La Comunidad de Chiconcuac en Xochitepec, Morelos se estableció mucho antes de que llegaran españoles y frailes a este extenso valle. Prueba de ello es la gran cantidad de tepalcates (restos de vasijas y orfebrería hecha en barro negro o de la región de culturas antiguas) que se encuentran en la región al levantar la tierra para la siembra.
“…pero Xochitepec fue fundado como pueblo entre los siglos XIV y XV por los aztecas y Tlahuicas. En la época prehispánica fue tributario del valle de México y en la época virreinal pertenecía al gobierno del Marquesado del valle de Oaxaca con cabecera en la Alcaldía mayor del Valle de Cuernavaca. Por los años de 1810 y hasta 1876 perteneció a la provincia de México”.
Al conformarse el actual Municipio de Xochitepec, se reconoció al poblado de Chiconcuac; dentro de sus límites quedo insertada la hacienda de Santa Catarina, este complejo en primera instancia era un trapiche sencillo con poca producción a través de un molino hidráulico, el cual fue consolidándose a través de los años, se observan en el viejo casco de hacienda espacios para la producción de azúcar y mieles, tales como la casa de caldera, el molino, el purgar, los talleres y los grandes patios, el acueducto elevado que conecta a la hacienda con el centro de población se ubica en el corazón del pueblo y delimita claramente la zona oriente de la poniente.
El acueducto edificado en el siglo XVII, cumplió hasta el 19 de septiembre de 2017 con una función importante entre la comunidad como elemento identitario y cultural entre sus pobladores, el abastecimiento de agua a muchos de sus pobladores.
A mediados del siglo XVII en Chiconcuac, germina una unidad de producción que tenía como fin convertirse en productora de mieles, iniciando solo con el proceso de muy pocas cantidades de azúcar de caña, existen aperos que solo evidencian la producción de piloncillo y una azúcar que era considerada de muy bajo aprecio, no era entonces una unidad de producción importante aún, su sistema de trabajo en inicio indica el uso de molinos que se movían mediante la fuerza animal -bueyes o mulas- “esta unidad productiva era conocida como trapiche”. En 1736 la hacienda llegaba a una extensión de 602 hectáreas. Y su valor era de aproximadamente 22 769 pesos. Los propietarios eran laicos establecidos en esta zona.
Hay registro de que, en esta época vivían 107 esclavos, además de los peones residentes, las viviendas de estos eran construcciones muy rudimentarias, hechas por ellos mismos con cañas, paja y lodo. Se ubicaban cerca del casco, y en algunas haciendas estaban rodeadas de pequeñas parcelas donde los trabajadores podían sembrar maíz y verduras para complementar sus raciones alimenticias.
En 1800 el trapiche pasa a convertirse en un ingenio importante en la región. El primer acueducto colonial de la región se establece en Cuernavaca, conocido como el de Tlaltenango, edificado por Hernán Cortés; que más adelante construye la hacienda de Cortés en Jiutepec hacia 1540 con el fin de conducir agua de los manantiales de Chapultepec, situados en las inmediaciones de Cuernavaca, hacia sus cañaverales, y medía un kilómetro y medio de largo.
Más tarde se construyó un segundo acueducto, de mayor extensión, para poder captar más líquido el cual desempeñó un importante papel en la industria azucarera para el riego y como fuerza motriz para impulsar los molinos. En Chiconcuac hoy en día se observan considerables cuerpos de agua, ya sea en ojos de agua, manantiales, pequeñas lagunas, hondonadas con cause de aguas e incluso balnearios con borbollones donde brota el agua limpia y con altos índices de minerales, Von Webeser comenta al respecto que “El agua era conducida entonces a través de canales de riego. La mayoría de estas fuentes se encontraba en las tierras altas, donde se formaban del escurrimiento de la sierra o de volcanes. El agua debía conducirse desde las tierras altas hacia los valles bajos, donde se asentaba el trapiche y los campos agrícolas. Al secarse o desaparecer las principales fuentes de abastecimiento de agua más cercanas, obligó a construir obras de conducción del vital líquido: algunos autores aseguran que el acueducto de la Hacienda de Santa Catarina en Chiconcuac, data del siglo XVII, cuando la hacienda comenzó la producción masiva de azúcar y se convirtió en ingenio.”
Según el cronista de Xochitepec, el poblado nació de una congregación de trabajadores de la hacienda que vivían en los campos de cultivos o en las galeras y que posteriormente construyeron sus propias casas.
El acueducto de Santa Catarina en Chiconcuac es, de manera particular, uno de los cuatro acueductos en el Estado de Morelos que en la actualidad se encuentra funcionando aún después de 200 años de su construcción. Se compone de dos partes: la primera (donde inicia) es un canal abierto o “apantle” y la segunda y más importante es una sucesión de arcos, (incluso con suaves pendientes y abruptos cambios de nivel para controlar en caudal de agua) contrafuertes, canal de agua salobre, y caso curioso, el único acueducto de aquellos que se han catalogado; que cuenta con un segundo canal que conducía agua dulce hace algún tiempo, este canal llega hasta la gran cocina de la propia hacienda, por lo que el efluente en su mayoría sigue siendo utilizado para los jardines, caballerizas, depósitos y fuentes de agua al interior.
En Morelos existen más de 35 acueductos enclavados en el paisaje verde de los poblados, si te interesa este tema, toma tu mochila y tu cámara fotográfica y recorre las Haciendas de Morelos y descubre el fascinante mundo del patrimonio industrial de Morelos.
Miguel Ángel Cuevas Olascoaga
Profesor Investigador
Escuela de Turismo UAEM