Puede ser impensable pero es muy viable el hacer turismo en nuestro propio entorno; viajar y pasear hace referencia al traslado. La idea de viaje nos hace pensar en la ida hacia lo ajeno o extraño, lo poco o nada conocido; cambiar la espacialidad y la temporalidad, romper la rutina, y como primer requisito, pues, que al lugar al que nos dirijamos no sea el nuestro. La búsqueda de historias por vivir en los espacios que se visitan es el motor de la motivación. Mirar hacia adentro es una de las propuestas que se manejan en el turismo rural, mirar hacia lo propio que nos es ajeno, ser parte de una realidad cercana pero lejana al mismo tiempo.
Pensarse urbano se contrapone a lo rural, en un juego dicotómico de complementación pero al mismo tiempo de separación. Como punto de partida para reconocer el espacio rural como fuente de oportunidades para el turismo, es preciso ubicar a sus habitantes como protagonistas y agentes de cambio. Desde la teoría se coloca en un triángulo de acción a la población, integrando la participación del gobierno y la asesoría de personas especializadas en la planeación, gestión y práctica del turismo, rural, en el caso que nos ocupa.
Hablando de turismo en entornos rurales, un eje importante es el de la conservación de la biodiversidad así como la preservación de los usos y costumbres de las poblaciones locales. Aquí es necesario apuntar la atención a la relación sociedad-naturaleza, ya que cada grupo social interactúa de manera particular con su medio ambiente; aquí radica uno de los atractivos del turismo rural, ya que no es lo mismo la forma en que en la ciudad un ser humano se adapta al medio para conducir un auto en situaciones de saturación de tránsito, tomar el transporte público, trabajar a cambio de dinero para adquirir mercancías que consumimos a la forma en que en el ámbito rural las personas satisfacen sus necesidades más inmediatas.
Nuestro estado de Morelos es un abanico impresionante de diversidad geográfica y por tanto, sociocultural. Desde el norte hasta el sur, desde el oriente hasta el poniente, de lo frío y templado a lo cálido, pero en la presente reflexión se busca hacer énfasis en la franja sur, que corre paralela al cauce del río Amacuzac. Donde se han desarrollado diferentes propuestas turísticas, tanto de la iniciativa privada en sus primeros momentos, hasta acciones colectivas con alcances de éxito diversos en fechas recientes. El río Amacuzac como tal, es un polo de atracción turística, sus afluentes, manantiales, localidades, rancherías, caseríos, parcelas de cultivo, montañas, vegetación, fauna, festividades, intercambios comerciales y culturales, historia, leyendas y un gran sinfín de expresiones que pueden ser aprovechadas y al mismo tiempo consumidas, desde el punto de vista patrimonial tanto en lo cultural y en lo natural.
La propuesta es, pues, echar una mirada hacia el sur, mapas digitales en internet, o los clásicos de papel y guías turísticas, pueden darnos pistas por dónde y a qué ir. Tradición de visitas las hay, es región de manantiales y balnearios, pero hay más por ver, más por descubrir, mucho más por aprender. Aquí un llamado también a los pobladores de las comunidades rurales del sur, y de todo el estado, el turismo rural es una alternativa económica sustentable, donde se da valor al origen, a las raíces, a los saberes y a las prácticas desde económicas, ambientales, rituales y espirituales; existe un mercado turístico ávido de ser partícipe de estas experiencias, de estos conocimientos, salir del ámbito urbano y conocer lo rural en todas sus facetas.
Texto y fotografías:
Antrop. Santiago Hurtado Silva
Profesor de la Escuela de Turismo UAEM