José Encarnación Aguilar Rodríguez, llegó a Cuernavaca en 1969, a los 20 años, acompañando a su padre que se incorporaba a trabajar a la Nissan. Venían del estado de Hidalgo, en cuya naturaleza predominan los agaves y cactus, razón por la cual nuestra ciudad, con sus árboles y naturaleza, impresionó al joven Aguilar que la vio “como un paraíso”.
José quiso ingresar a la Facultad de Arquitectura de la UAEM pero no lo logró por provenir de una escuela técnica. Donde si pudo inscribirse fue en la Academia de San Carlos, en la ciudad de México, donde la suerte le deparaba tener como profesores a extraordinarios maestros de la llamada Generación de la Ruptura, como Manuel Felguérez o Gilberto Aceves Navarro, quienes prometieron a los jóvenes enseñarles la técnica necesaria para seguir sus propios caminos.
En Cuernavaca conoció al padre Baltazar López Bucio, secretario del obispo Méndez Arceo, quién le acercó libros de filosofía náhuatl, interesándose en especial en los códices prehispánicos, que le abrieron un nuevo mundo plástico, por lo que buscó y conoció a la arqueóloga Carmen Cook que le orientó y dio su amistad.
José Aguilar atribuye con frecuencia a la suerte los vínculos que logra, pero más que eso es una persona transparente que inspira confianza y simpatía, tiene el palpable don de la bonhomía y por eso resulta que recorrió conociendo el estado acompañando, ni más ni menos, que al gran historiador Valentín López González y al maestro Jorge Cázares, conociendo personajes zapatistas, como Diego Zapata, hijo del general y desde luego mercados de los que era un especialista el goloso Valentín.
Se las ingenió para conocer al maestro David Alfaro Siqueiros, haciéndose pasar como trabajador cargando un andamio. Siqueiros lo descubrió y José le explicó que su interés era verlo trabajar, por lo que le dio permiso de sentarse y observar, sin hacer ruido.
José Aguilar tuvo clases de fotografía en La Esmeralda y más tarde convirtió a la cámara en su principal instrumento de trabajo, que le permitió sobrevivir y conocer personajes que radicaban en Morelos, como Eduardo del Río, Rius, que lo hizo su amigo, el maestro Gutierre Tibon, John Spencer que fue su padrino de pastel cuando contrajo matrimonio y el escritor Ricardo Garibay.
No desperdiciaba oportunidad de registrar la presencia de celebres artistas que visitaban el estado, lo mismo José José que Tongolele o el pintor zacatecano Manuel Felguérez.
También acudía a conferencias o presentaciones del escritor Carlos Monsivais o del arqueólogo Matos, a quienes fotografiaba y aprovechaba la oportunidad, traviesamente, para hacerse lo que ahora llaman selfies.
El archivo fotográfico de José Aguilar patentiza la incansable labor de un hombre que, primero en bicicleta y posteriormente en su motocicleta, recorría una Cuernavaca sin tanto tráfico y donde vio aparecer lo mismo avenidas, que puentes y el crecimiento del Campus Chamilpa de la UAEM. Este gran archivo merece un lugar especial para salvaguardar la memoria histórica de por lo menos 40 años de acontecimientos políticos, culturales, sociales e históricos en el estado de Morelos.
Sería un acontecimiento que la Escuela de Turismo, dirigida por el Dr. Gerardo Gama Hernández, hiciera posible una exposición con fotografías de José Aguilar, un verdadero cronista de décadas de la historia morelense, oportunidad para escucharlo y para que reciba el reconocimiento de sus paisanos.
TEXTO:
ADALBERTO RÍOS SZALAY
PROFESOR DE LA ESCUELA DE TURISMO DE LA UAEM
FOTOGRAFÍAS:
JOSÉ AGUILAR