La forma en que las ciudades contribuyen a la crisis ambiental ha obligado a explorar patrones espaciales relativamente menos dañinos; se han promovido estrategias identificadas dentro de la lógica de ciudades inclusivas, ciudades limpias o en su defecto, ciudades sustentables. Considerando estas últimas, es posible mencionar contribuciones desde diferentes dimensiones como el mejoramiento y diversificación del transporte; la optimización en el consumo de agua y su correspondiente tratamiento; la administración y reconversión energética; la recuperación y el replanteamiento de la vegetación; la reducción o mitigación de las emisiones contaminantes; la reorganización y participación vecinal en decisiones administrativas de la ciudad.
En total se estima que 10,000 ciudades de 139 países han planteado algún tipo de esquema para confrontar los graves efectos del deterioro ambiental. Resulta importante subrayar que aquellos casos donde se han consolidado estrategias urbanas sustentables, estas devienen una ventaja para el desarrollo de actividades turísticas y en consecuencia, una fuente económica para muchas ciudades.
Para determinar los avances en sustentabilidad urbana existe un Índice de desempeño ambiental (EPI), el cual permite estimar el estatus de la contaminación del agua, la exposición de agentes tóxicos y metales pesados en el ambiente, la calidad del aire, la pérdida de biodiversidad y la emisión de Dióxido de Carbono (CO2), entre otros.
Si bien existen aciertos en diferentes rubros, estos pueden enunciarse de forma aislada. Por ejemplo, en Curitiba, Brasil se ha planteado la concientización ambiental como una de las metas más importantes a cumplir; con ello se mejoró la colaboración sociedad gobierno local en decisiones urbanas que atañen a toda la población; la construcción de espacios verdes en particular, alcanzó aproximadamente 52 mts2 por habitante, siendo uno de los indicadores más altos a nivel mundial e incluso, se estandarizó el intercambio de residuos y envases por comida, transporte o dinero. En síntesis, las condiciones de la ciudad la clasifican como una de más saludables para visitar, redundando en un beneficio económico directamente.
En Adelaida, Australia se implementó un plan de acción para disminuir las emisiones de carbono con base en el fomento del uso de energías renovables, el transporte sostenible, la reutilización de agua y el reciclaje de residuos; estas condiciones la han posicionado como una de las diez ciudades con mejores cualidades para será habitada y visitada.
De igual forma, Honolulu, Hawái, caracterizada por sus hermosas islas y su clima subtropical, se ha centrado en el uso de energías limpias; en la actualidad se estima que cerca del 12% del parque habitacional cuenta con paneles solares, así como con un programa de reciclaje que convierte más de 2 mil toneladas de residuos por día en electricidad suministrada a cerca de 40 mil hogares.
En Calgary, Canadá se ha implementado un sistema de tratamiento de aguas residuales con capacidad para reciclar y purificar cerca de 100 millones de litros de agua diariamente, además de que 75% de la electricidad suministrada en la ciudad proviene de energías renovables, así como del reciclaje de residuos y del manejo de una composta. Las adaptaciones ambientales de las ciudades reflejan beneficios económicos y sociales, particularmente relacionados con la actividad turística y la salud de la población.
En estricto sentido, los sistemas de gestión ambiental instrumentados en el espacio urbano transmiten de forma directa el compromiso con el entorno natural y de su sociedad, con base en lo cual deviene un destino seguro para viajar. Si bien las posibilidades de gestión ambiental incluyen múltiples dimensiones, entre las que destaca el transporte, el agua, la energía, los usos del suelo, la infraestructura, el espacio público; es posible observar para el caso mexicano un par de certificaciones internacionales provistas por Green Flag, en reconocimiento a la administración relativamente eficiente de parques y espacios públicos incluyendo el Parque Fundidora en Monterrey y el Parque la Mexicana en la Ciudad de México.
Otro reconocimiento es el de Blue Flag, el cual se refiere al cumplimiento de criterios de sustentabilidad en playas, los cuales incluyen beneficios como la mejora en la gestión ambiental de éstas, la regulación de procesos costeros, la recuperación y restauración de ecosistemas, los programas de educación ambiental y la difusión nacional e internacional de aquellas cuya certificación les permite promover el turismo. Entre los estados que cuentan con tal certificación son Baja California Sur con cuatro playas certificadas, Nayarit con tres, Guerrero con seis, Oaxaca una, Quintana Roo nueve y Veracruz una.
Ahora bien, las ciudades consideradas más limpias e inclusivas son Querétaro, Chiapas, Yucatán, Guanajuato y Oaxaca, las cuales se caracterizan por la implementación de sistemas de eficiencia ambiental, en donde la participación activa de la ciudadanía ha garantizado resultados favorables al posicionarse como los estados más limpios del territorio nacional, aumentando su atracción como sitio turístico al posicionarse como uno de los lugares más limpios para descansar. Ya sea para el caso de la recuperación espacio público con pertinencia social; el reordenamiento del transporte; la recuperación pluvial o su encausamiento a los drenes naturales; el mejoramiento de la gestión ambiental de barrancas, por mencionar solo algunos componentes para el caso de Cuernavaca; habría que trabajar sobre una política pública que consolide estrategias urbanas sustentables para la ciudad, la cual tiene consigo el atractivo natural de la “eterna primavera”, pero este debe transitarse hacia una forma realmente sustentable o en proceso de lograrlo en beneficio del sector turístico.
TEXTO:
KARLA DANIELA FLORES TRUJILLO Y RAFAEL MONROY ORTIZ
PROFESORES DE LA UAEM
FOTOGRAFÍAS:
ARCHIVOS COMPARTIDOS UAEM-3RÍOS