Absurdos que otorgan valor a las piedras
A diferencia de los animales, el humano se vale de expresiones artísticas materializadas en elementos abstractos y físicos para trasmitir percepciones, emociones, sensaciones o con el objetivo complejo de comunicarse. Las primeras expresiones físicas de Patrimonio Cultural Material (conjunto de bienes muebles e inmuebles construidos por las sociedades del pasado incluido el arquitectónico, arqueológico, artístico, histórico e industrial ) bien podrían remontarse al principio de ordenar, apilar o moldear piedras en el periodo neolítico, donde surgieron expresiones como el dolmen, el menhir, las estelas con relieves, las cistas, los túmulos, el cairn, los hipogeos, los templos, los talayots, las navetiformes, las navetas, los recintos de taula, las nuragas, los pozos sacros, y las mismas tumbas de gigantes, o hasta alcanzar la configuración y edificación de grandes ciudades y monumentos en Egipto o Mesoamérica que en la actualidad son parte del Patrimonio Cultural Material extensamente aprovechado por el sector turístico.
Según datos oficiales de la UNESCO, 167 países se reparten 1,121 bienes en la lista de Patrimonio Mundial, distribuidos en 869 títulos culturales, 213 naturales y 39 mixtos, de los cuales 53 se encuentran en peligro. Por ejemplo, en Egipto se consideran patrimonio mundial cultural por la UNESCO la ciudad santa paleocristiana Abu Mena (1979), edificada sobre la tumba del mártir Menas de Alejandría, manteniéndose en pie la iglesia, el baptisterio, las basílicas, los edificios públicos, las calles, los monasterios, las viviendas y los talleres; la Antigua Tebas y su necrópolis (1979), también conocida como la ciudad del Dios Amón, la cual además de haber sido la capital de Egipto en tiempos de los imperios Medio y Nuevo, aún mantiene los templos y palacios de Karnak y Luxor, así como las necrópolis del Valle de los Reyes y el Valle de las Reinas; el Cairo histórico (1979), reconocida como una de las ciudades más antiguas del mundo, integrada por mezquitas, madrazas, baños de vapor públicos y fuentes; Menfis y su necrópolis desde la zona de las pirámides de Guizeh hasta Dahshur (1979), perteneciente al Antiguo Imperio Egipcio compuesto por monumentos funerarios que incluyen tumbas rupestres, mastabas delicadamente ornamentadas, templos, y pirámides lo suficientemente extraordinarias para que en algún momento Menfis fuera considerada una de las Siete Maravillas del Mundo, pero estimando entre 10,000 y 100,000 esclavos o trabajadores (sinónimos y no antónimos) para su construcción; Monumentos de Nubia, desde Abu Simbel hasta Philae (1979), zona integrada por monumentos extraordinarios como los templos de Ramsés II en Abu Simbel y el santuario de Isis en Philae; Zona de Santa Catalina (2002), o monasterio ortodoxo de Santa Catalina está situado al pie del Monte Horeb, donde Moisés recibió las Tablas de la Ley según el Antiguo Testamento (considerado el monasterio más antiguo de la cristiandad y que encierra colecciones extraordinarias de manuscritos cristianos e iconos antiguos) y donde la región es sagrada para tres grandes religiones del mundo: el cristianismo, el islam y el judaísmo.
Asimismo, si bien la región de América Latina y el Caribe cuenta con 143 bienes inscritos, categorizados con 97 bienes culturales, 38 naturales y 38 mixtos, tan solo la Región Mesoamericana cuenta con 53 títulos de los cuales 36 son culturales, 14 naturales y 3 mixtos, destacando la participación de México con 35 títulos, representando 24.47% si es comparado con los 143 de América Latina y el Caribe, y 66% comparado con los 53 reconocimientos de Mesoamérica. Entre los 27 elementos de Patrimonio Cultural Material según la UNESCO por fecha de inscripción en México, destacan las pinturas rupestres de la sierra de San Francisco (1993); las Cuevas prehistóricas de Yagul y Mitla en los Valles Centrales de Oaxaca (2010); las Ciudad prehispánica de Uxmal (1996), Teotihuacán (1987), el Tajín (1992) y Chichén-Itzá (1988); la Casa-Taller de Luis Barragán (2004); la Ciudad histórica de Guanajuato y minas adyacentes (1988); el Centro histórico de Zacatecas (1993), Puebla (1987), Oaxaca (1987), Morelia (1991), y el Centro histórico de la Ciudad de México y Xochimilco (1987); las Misiones franciscanas de la Sierra Gorda de Querétaro (2003); la Zona de monumentos arqueológicos de Xochicalco (1999), los primeros monasterios en las laderas del volcán Popocatépetl en Morelos y Puebla (1994) Tlaxcala (2021); y el Sistema hidráulico del acueducto del Padre Tembleque (2015). Todas entrañando y compartiendo una característica peculiar, el uso extensivo de la fuerza de trabajo para lograr su construcción.
Si bien la acción de mover una piedra para apilarla, tallarla o moldearla implica cierta racionalidad cultural, para el “digno” reconocimiento y por supuesto, aprovechamiento económico del sector turístico. Este mercado opera gracias a un resultado material que también demandó en su momento un esfuerzo mecánico humano, lo cual implica trabajo, pero no de todos los humanos ni tampoco con su completa anuencia. Basten los ejemplos de la civilización antigua considerada esclavista, de la cual se estiman cientos de miles de expresiones artísticas que entrañan una proporción importante de mano de obra esclava. De hecho, en la división de clases sociales, la escala piramidal delega a quienes deben cargar un bloque bajo el rayo del sol y no sólo en largas jornadas, sino en amplios períodos de tiempo.
Entonces ¿Por qué es tan valioso el Patrimonio Cultural Material? Seguramente la respuesta inmediata radica en la valoración cultural de cientos o miles de años de existencia desde su construcción o elaboración, sin embargo al valor en realidad proviene directamente del trabajo humano, que con su fuerza se lo otorga a todo lo que toca, a pesar de incluso, de ser sometido a extenuantes jornadas de trabajo que en la mayor parte de los casos le devengó lo mínimo indispensable para vivir él mismo. De esta forma, apilar rocas o construir una pirámide, tallar una tablilla o construir un rascacielos….entrañan el mismo proceso de fuerza de trabajo que indistintamente le otorga valor a los bienes. Por tanto, cada que se aprecie la monumentalidad de una construcción, una estela o cualquier expresión artística del humano, no solo habrá que valorar su historia, su forma, su volumen, su simetría o su estética, sino también el valor proveniente de aquellos humanos olvidados y que más fuerza de trabajo emplearon. Dichos humanos merecen el crédito de otorgar valor al Patrimonio Cultural Material aprovechado desde las prácticas turísticas que en el caso mexicano por ejemplo, incluyen alrededor de 27 sitios a nivel nacional y al menos dos de ellos en Morelos como los monasterios del siglo XVI de los volcanes y Xochicalco.
Texto
Montes Mata Giovanni Marlon y Monroy Ortiz Rafael
Profesores de la UAEM
Fotografías
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