En las faldas del Popocatépetl
En el año de 1994, catorce conventos del siglo XVI entre los estados de Morelos y Puebla, de las órdenes monásticas de los frailes agustinos, dominicos y franciscanos, fueron inscritos a la lista de Patrimonio Mundial por la UNESCO, por sus extraordinarias características de conservación, su maravilloso diseño español de influencia renacentista pero con mano de obra indígena lo cual los hace únicos en el mundo y por estar enclavados en las cercanías y faldas del cerro que humea o don Goyo, mejor conocido como el volcán Popocatépetl, segunda cima más alta de México después del Pico de Orizaba.
Los once conventos de Morelos: Atlatlahucan, Cuernavaca, Hueyapan, Tepoztlán, Tlayacapan, Totolapan, Oaxtepec, Ocuituco, Tetela del Volcán, Yecapixtla y Zacualpan de Amilpas y tres de Puebla: Tochimilco, Calpan y Huejotzingo y, recientemente uno de Tlaxcala, se levantan majestuosos entre la arquitectura vernácula de pueblos y comunidades, entre un vasto paisaje natural y, guardan entre sus altos muros, pesadas bóvedas, altos campanarios y espadañas, fiestas religiosas y patronales que forman parte fundamental del paisaje cultural de estos conventos.
Uno de los componentes más importantes dentro del modelo urbano mesoamericano del siglo XVI en los cuales se asentaron estos conventos, son sin lugar a dudas la arquitectura y la vivienda vernácula así como el diseño de la traza urbana.
La invasión española a tierras americanas removió los cimientos de las culturas sometidas: la cultura urbana, con un alto grado de desarrollo, fue alterada esencialmente. Sin embargo, elementos significativos en trazos y dimensiones fueron reutilizados en la reconstrucción y nuevas trazas urbanas llevadas a cabo por la cultura impuesta.
Restos del urbanismo medieval cuyo centro era el señor feudal, fuertes ingredientes del urbanismo ideal renacentista de una sociedad en el umbral del comercio y, remanentes de una cultura galana en su vida cotidiana tanto como en su vida ritual dieron forma a la traza urbana en América (Gutiérrez, 2004).
Trazas urbanas mayormente reticulares de forma irregular que conservaron los elementos mesoamericanos, es decir, el teocalli o adoratorio, que fue sustituido por los templos y conventos, el tecpan, el área de gobernanza que fueron sustituidos por las alcaldías, los tianquiztli que se convirtieron en mercados e intercambio de mercancías y por último las áreas de habitación, extraordinarios ejemplos de vivienda vernácula, de materiales naturales, de la región, con técnicas heredadas ancestralmente y que fueron evolucionando en sus materiales, diseño y tipología.
Pero mientras esta es sacudida, arrojada y tendida sobre el suelo conquistado pasa un periodo de ensayo con cuyos resultados se da forma final a la traza urbana que conocemos y que contextuó el desarrollo arquitectónico de las poblaciones, hasta que una nueva invasión cultural, lenta pero inflexible, comienza a desdibujar el perfil urbano medio milenario desmontando con maquinaria sofisticada la imagen que el tiempo y la cultura dio armonía vivible para llenar, ahora, imágenes urbanas de formas discordantes y monótonas que rigen los rituales ejercidos por los nuevos sacerdotes de la construcción al servicio de la nueva religión del capital (Gutiérrez, 2004).
La importancia de conservar el paisaje cultural de los pueblos y localidades en las que se asientan estos monasterios, radica en la de continuar trabajando desde la universidad y de la mano con las comunidades en el estudio, la investigación, el mejoramiento de la imagen urbana, los estudios tipológicos, la divulgación y la difusión de sus tradiciones y cultura, fomentando sus costumbres y raíces con las nuevas generaciones, logrando así la salvaguardia de su patrimonio.
TEXTO:
GERARDO GAMA HERNÁNDEZ Y ADOLFO ENRIQUE SALDIVAR CAZALES.
PROFESORES DE LA FACULTAD DE ARQUITECTURA DE LA UAEM.
FOTOGRAFÍAS:
FERNANDO A. RUIZ VÁZQUEZ.
BIBLIOGRAFÍA:
GUTIÉRREZ Yáñez, Heladio Rafael; Un modelo urbano mesoamericano del siglo XVI, Manuscrito, México, 2004.