Para algunos, el 10 de mayo es un día de festejo, para otros, es el día más triste. Hay muchos hijos que se han quedado sin esa mujer tan especial. Y, por difícil que resulte, hay una manera de rendirles un homenaje. Te comparto esta carta a mi mamá.
Mamá ocupa un lugar intocable en nuestros corazones y, por el tiempo que compartimos juntos, es que vale la pena recordarla con alegría. Honremos todas sus enseñanzas.
Empezaré hablándote de mi madre, quizá algunas de mis experiencias se parezcan a las tuyas. Y aunque no me alcanza un texto (ni la vida entera) para agradecer todo lo que hizo por mí, estoy más que convencida de que ella está leyendo esto y sé que le gustará.
Carta a mi mamá, hasta el cielo
Mamita:
No te puedo ver, pero sé que estás aquí. Sé que te sigues preocupando porque me levanté temprano, sabes de mi mala costumbre de salir corriendo de casa y manejar ‘como loquita’. Parece que aún puedo escuchar tus palabras.
Hoy recordé que hace un año te escribía una carta como esta, unas líneas con las que que te hacía saber todo lo que significabas para mí. Te la entregué junto a una cadenita con tu nombre, el mismo que hoy extraño repetir.
Me enseñaste a cocinar los mejores hot cakes del mundo, me enseñaste a ser amable y decías que esa era la única forma de cambiar el mundo. Me recibiste en tu casa después de cada uno de mis tropiezos, ¿cómo te pago eso?
Quizá la única forma de hacerlo es llevar conmigo aquellas palabras: ‘En vida hermano, en vida’. Leíste aquel poema y lo hiciste tuyo. Me diste la oportunidad de verte sonreír con cada una de las flores que te llevé en vida.
Y aunque todavía te visito con unas orquídeas en mano, se me parte el corazón cuando me doy cuenta que me faltas tanto como el primer día. Y, honestamente, creo que siempre va a ser así.
Pero este hueco que siento en el alma vale la pena por cada uno de los días que tuve contigo. Pensé que estas letras serían un obsequio para ti. Pero haber sido tu hija, seguir siéndolo es el mayor de los regalos para mí. Gracias.
Por siempre, tu niña.
Si tienes a tu madre con vida, aprovecha el presente. Como hijos, tenemos el compromiso de honrar su vida.