Quedan pocos días para que este 2021 termine y el mundo le de la bienvenida a un nuevo año. Quizás en esta época hayas notado que muchas personas suelen dejar muñecos de trapo en las puertas de sus casas o a un lado de las carreteras, pero ¿te has preguntado de dónde viene esta rara costumbre? Bueno, pues hoy te diremos qué significa quemar al Año viejo y cómo inició esta tradición.
Cada 31 de diciembre, cuando las doce campanadas anuncian la llegada del Año Nuevo, en las casas y caminos se puede observar un desfile de muñecos que arden en llamas. Se trata de la tradicional quema del Año Viejo, una antigua costumbre que aún sigue viva en varios países de Latinoamérica.
Los muñecos son elaborados por la comunidad y suelen estar compuestos de cartón, papel y ropa vieja. Generalmente, se rellenan con paja o aserrín y finalmente se les añade pólvora para que puedan ser quemados a la media noche del 31 de diciembre.
Estas creaciones básicamente simbolizan el año que termina y pueden tener diferentes formas y tamaños, incluso pueden llegar a representar a personajes negativos del mundo del espectáculo, la política o el deporte.
Actualmente, este ritual se realiza en varios puntos de Centro y Sudamérica. En México, es común verlo en los estados de Oaxaca, Veracruz, Chiapas, Yucatán y Tabasco. Aunque la costumbre está más arraigada en las culturas populares de Ecuador y Colombia.
Quemar el Año Viejo: cuál es su significado
Los muñecos representan los acontecimientos o los personajes más significativos, pero sobre todo negativos, del año que se va. Su incineración es un ritual de purificación para alejar la mala suerte, aunque también es vista como una transición, pues al mismo tiempo se celebra la llegada de un nuevo año.
En muchos lugares, después de la quema, se lee un ‘testamento’, en el cual el ‘difunto’ con un lenguaje irónico o satírico hace recuento de los sucesos y da recomendaciones a sus protagonistas.
Origen de la quema del Año Viejo, ¿de dónde viene la tradición?
Se cree que el verdadero origen de tradición se remonta a la antigua Grecia helénica primitiva, donde un rey sagrado, consorte de una ninfa tribal, debía morir al final de su mandato, de este modo, una figura de madera de acebuche que simbolizaba al rey era quemada en una gran pira.
Otras versiones aseguran que su influencia en Latinoamérica tiene sus raíces en Ecuador, cuando en 1895 una epidemia de fiebre amarilla azotó la ciudad de Guayaquil. Como medida sanitaria, vestían a los familiares muertos con paja y ramas para quemarlos el último día del año y así ahuyentar la peste.