Las autoridades financieras de los Estados Unidos para salir de la crisis y reactivar su economía, han reducido a 0.19 por ciento, casi cero, la tasa de interés de los Bonos del Tesoro a un mes. Con esa medida se pretende reactivar el consumo y la inversión y con ello toda la economía.
Pero como vivimos en un mundo interdependiente y globalizado, una decisión como la anterior tiene repercusiones mundiales; así, los brasileños respondieron imponiendo un impuesto del tres por ciento al capital del exterior, Japón tiene la tasa de interés cercana al cero y China busca a toda costa mantener el yuan barato. Lo que pretenden esos países es que su moneda esté barata y el dólar, caro, conservando su mercado interno para los productores nacionales y al mismo tiempo continuar exportando, logrando así preservar sus empleos y si se puede, acrecentarlos.
Sin embargo, otros países han respondido diferente, o más bien no han respondido, por lo que los grandes inversionistas, tales como bancos, casas de bolsa o multimillonarios, que están a la caza de mejores tasas de interés, han detectado que en México el Cete a 28 días paga 4.05 por ciento al año, es decir, por un millón de dólares reciben un rendimiento mensual de 3,416 dólares, comparado contra 158 dólares en los Estados Unidos; ante tal situación, ha entrado una avalancha de divisas a nuestro país. Como resultado, las reservas del Banco de México han subido en las últimas tres semanas en 3,460 millones de dólares y han provocado que se abarate esa moneda. Así, tenemos que en el lado financiero las cuentas del gobierno pintan excelentes, un dólar barato y muchas divisas en el banco central y además se seguirán acumulando.
Pero la situación no para ahí; al bajar el dólar, los productos importados se abaratan, de tal manera que los productores nacionales tienen que competir con productos extranjeros artificialmente baratos por la caída del dólar y al mismo tiempo se les dificulta exportar, ya que al estar fuerte el peso mexicano los productos nacionales se encarecen para el exterior. Resultado, el comercio exterior de mercancías en el primer semestre del año registró un superávit de 372 millones de dólares; pero para el segundo semestre del año, ya registró un déficit de 60 millones de dólares, y éste va ir creciendo, pero será financiado con la llegada de capital especulativo.
Por el lado real, tenemos que la producción nacional pierde a sus consumidores a manos de los productores de fuera, y los productores nacionales al perder mercado, no generan empleo y en algunos casos despiden personal. Por eso tenemos la paradoja, que por el lado financiero, las cuentas gubernamentales van excelentes; pero en la economía real, ni los empresarios, ni los trabadores y mucho menos los que buscan empleo, ven una mejora palpable.
Permitir la entrada de capital golondrino es muy peligroso ya que una inversión que se coloca en un periodo corto, como 28 días, no es posible usarla para financiar inversiones productivas, como presas, carreteras, industrias, que son las fuentes de riqueza real de un país. Así lo que se debería hacer es cobrar un impuesto a este tipo de capital, similar a lo que se está haciendo en Brasil y que también aquí se hace pero contra los que hacemos la economía interna cuando llevamos nuestro dinero en efectivo al banco y superan los quince mil pesos. Así, se ahuyentaría el capital especulativo y además serviría para recaudar impuestos. De no hacer nada, veremos crecer el déficit en el comercio exterior y en buena medida provocado por la entrada de capital volátil; pero va llegar un momento que será de tal tamaño el déficit que los inversionistas internacionales ya no querrán seguir financiándolo y retirarán sus capitales con su respectiva ganancia. Las autoridades pretenderán retenerlos dándoles una mayor tasa de interés, algunos se quedarán y otros no, pero al final las reservas en Banco de México empezarán a bajar, provocando un fuerte deslizamiento del tipo de cambio, conocido coloquialmente como una devaluación, pero después de haber ocasionado un fuerte daño a la economía real.
Este artículo no está hablando de magia o hechicería, porque si así fuera, se diría el día y la hora que va a pasar; pero si no se hace nada para contener la entrada del capital golondrino y la apreciación del peso, veremos las consecuencias, pudiendo tardar meses o quizás más tiempo. Pero entre más se tarde, el daño será mayor, ya que tendremos que pagar las deudas contraídas, de ello ni duda cabe. Es decir, es imposible pedir prestado siempre, algún día se tiene que pagar y las consecuencias son terribles.
Una política pública más sensata es mantener el dólar caro y gravar el capital especulativo para fortalecer la producción nacional en áreas como la minería, turismo, agricultura, ganadería, continuar con la construcción de infraestructura e inclusive hacer un programa más agresivo, en puentes, presas – se evitaría las inundaciones y la falta de agua-, aeropuertos, calles y con ello dinamizar el mercado interno.
Amigo lector, ¿usted qué opina?