Quiénes fueron por esa razón y los que se hayan abstenido por otras causas, son ciudadanos de igual calidad. Ante la contundencia de un hecho lo único que funciona son las razones con la solución inmediata. La instalación de mesas tiene que ser para beneficiar al cuernavaquense. No hay de otra.
Esto estará en la agenda toda esta semana y seguro la siguiente, porque habrá efectos naturales de reacción y contra reacción, esperamos tener la oportunidad de abordar las cosas con el espacio de su relevancia. Sin embargo, en nuestra libreta de obligaciones con la efeméride, tenemos a un morelense de Cuernavaca que fue el primer amigo del que escribe. Jorge Núñez Suástegui “El Ney” querido por todos. Si alguien no hizo nunca nada en contra de otra persona es él. No tenemos registro de maldad, menos de perversidad, pero eso si no había albur sin respuesta, doble sentido sin el contundente revire del morenazo bohemio nacido este día, hace 60 años en la vecindad de don Heberto Salazar en Zarco.
¡Como lo extrañamos! No sólo porque su guitarra nunca faltó en el momento urgente del cumpleaños o el velorio de quien fuera, sino por su presencia agradable, ese aspecto bonachón que poca gente posee. Era “El Ney” de los primeros en usar el modelo de corte afro en los sesenta, el primer hippie morelense de color, el novio de suizas y canadienses que nos generaban envidia porque con su guitarra, su look y su voz las ligaba en las escuelas de español. Algo así como un Jimmy Hendrix que no iba más allá de una bebida, pero sacaba en lugar de la estridencia de Neblina Morada o Hey Joe, el folklor latinoamericano que complementaba los argumentos del porqué lo preferían.
Fue de la Estudiantina Minerva, tuvo se grupo Folklor Cuatro con los hermanos Arturo y Sergio Castañeda y el profesor Miguel. Integró “Huitzilin” con David Peñaflor y viajó representando a México y a su Morelos. Era artista. Además, ¿quién tenía integrada una trompeta que todos escuchaban y nadie veía? No había canción que no conociera ni pudiera acompañar. Era bueno, le enseñó su compadre Adolfo Lugo Caballero “El Huevo”, otro oriundo del gran generador barrio de Zarco, donde había de todo, hasta gente decente. Difícil que se dejara una daga adentro, siempre buscaba el momento propicio para regresarla con mayor velocidad y precisión.
Lo vivimos mil ocasiones, nunca necesitó defensa. Alguna vez en casa de un amigo, el buen Víctor Cinta “lo agarró de botana”, lo hizo varias ocasiones así como sabemos se las gasta el lucidito y también querido “Negro” y a cada momento gritaba “¡Cántate El Yerberito, mi querida Celia Cruz!”. Una y otra vez. Ney en un escenario solamente volteaba y sonreía. Pasaron los minutos, siguieron las canciones, hasta que por usada la demanda broma de Cinta dejaron de ser gratas para el respetable. Sabíamos que “El Ney” preparaba el terreno, no en balde lo conocimos tanto, que casi afirma el que escribe que al abrir los ojos a la vida lo primero que vimos fue a él, al grado que cuando tuvimos oportunidad, le preguntamos a los jefes quien nos había traído al mundo “si la Cigüeña o el Pato Lucas”.
De pronto antes de interpretar una melodía, “El Ney” sacó sus herramientas, puso la bata, mojó el pelo, peinó de raya en medio y preparó a su insistente y ya pesado agresor verbal:
-“Esta canción la queremos dedicar con todo nuestro cariño y reconocimiento a un hombre distinguido, que ha sabido crecer en su vida personal y profesional viniendo desde abajo, es un arquitecto ampliamente reconocido más allá de nuestras fronteras y nos engalana con su presencia, por lo tanto…”
Para ese momento el segundo de los Cinta se levantó de su asiento, sumió la prominente panza, se relamió los labios y a punto estaba de alzar los brazos como “El Púas” Olivares en sus mejores tiempos, cuando sintió el cruzado por el oído izquierdo que lo dejó turulato.
--“¡…el arquitecto Víctor Manuel “El Tlacuachito” Cinta!.
La carcajada fue general. Y Víctor no tuvo otra que aguantar vara.
Ney se nos murió el 10 de octubre del 2009, es insustituible, tenemos el tarareo de varias, como el “No” de Armando Manzanero que sólo Carlos Lico y él la cantaron maravillosamente. O “Alfonsina y el Mar” que nadie, sólo él. Y una de las últimas reuniones que nada tenían de espectaculares pero si eran de gran sabor, en una tarde-noche que agasajaba con otros músicos amigos a un grupo de bohemios que no requieren del elixir etílico para disfrutar la vida.
Uno de los que estábamos, abogado de profesión, destacado, amigo, los retó a que cantaran la canción con el título más corto. Se volteaban a ver y Ney sólo le decía: “Pedro Luis, no los martirices. ¿No ves que no estudiaron con ‘El Huevo’?”.
Ya era procurador Benítez Vélez cuando le insistió, a ver dime solamente el título. Ney sonó la guitarra y se encarreró:
“Y qué hiciste del amor que me juraste/Y que has hecho de los besos que te di/ Y que culpa puedes darme si…”
En efecto se llama “Y” y el que escribe supone que es del maestro yucateco radicado hasta su muerte en Morelos, Luis Demetrio.
Hoy nació hace 60 años Jorge Núñez Suástegui, entrañable Ney, del que hasta hoy no conocemos siquiera una versión que alguien no lo haya querido. Único, irrepetible, adorador de la canción “Alma Mía” de Alberto Cortés e intérprete del que llamaba “San Alvaro Carrillo”, a Jorge le quedan las palabras que Sergio Esquivel inscribió para su querido Luis “Vivi” Hernández.
“Cacarero, noche tras noche y para todos buen amigo/ deshabitado hallé de pronto tu camino/ y arrumbados esos sueños de trovero./Compañero, de aquellas noches de bohemia y aventura/cuantos recuerdos se han quedado en mi memoria/…de tu canto, de tu risa…de mi amigo.
“Adonde van los amigos que se van/ cuando se quedan dormidos, a dónde van/ quien les hará compañía dónde están/¿quién calmará su soledad?”.