Natural que si de la nada salen oficiales fuertemente armados, en la noche, la reacción va a ser cualquiera. ¿Quién lo sabe? ¿En qué manual nos enseñaron en la escuela en clases de civismo los puntos a seguir en contingencias como ésta? El simple hecho que en una calle o carretera una familia de bien sea detenida para revisión de los militares, ha comenzado a ser un modelo que la sociedad acepta. No sencillo ante la histórica tranquilidad de nuestros pueblos y colonias. Incluso llegan a verse con calma a los señores oficiales. “Nos están cuidando”, es el comentario común.
La condición cambia al cien si en la noche y de la nada surgen las figuras de guerra en tus aceras. ¿Cómo vas a reaccionar? No hay un programa para ello. De ahí que ante la militarización de las calles, hace varios meses anotamos en esta columna la obligación de “Manos arriba, vidrios abajo”, o sea colocar las manos sobre el volante a la vista de los revisores y las ventanillas también abiertas para no generar un conflicto mayor. Si hace un frío tremendo como sucede, más vale un resfriado que la confusión genere nerviosismo en los que portan las poderosas armas.
Porque solamente que se prueben con elementos que la señora Patricia Terroba de Pintado y el señor Ignacio Rodríguez Aguilar eran parte de los grupos delictivos, se justificaría su artera, sangrienta y hasta el momento arbitraria muerte.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos emitió recomendaciones en ambos casos a la Semar y la respuesta es mediática, subrayando que ambas personas “iban con alto grado de alcohol en la sangre”. De ser así, habrá de cambiar leyes, prohibir la ingesta de bebidas embriagantes y continuar, con los resultados de todos conocidos, en la lucha frontal contra el crimen organizado. La CNDH hace llamadas que son como campanadas a misa. Va el que quiere. Y en este caso no quieren ni van a ir, según la forma que marca su posición.
Se calienta Guerrero
Nuestra vecina entidad de Guerrero, igualmente contaminada por la delincuencia organizada, pronto tiene elecciones para gobernador. Los primos Manuel Añorve Baños y Ángel Heladio Aguirre Rivero, del merititito Ometepec, se encuentran en una lucha bastante cerrada donde va a ganar el que tenga mayor capacidad de movilización con sus estructuras. Una elección cuesta dinero en lo general y en este momento zonas de Acapulco serán determinantes para que la balanza se incline de un lado u otro.
Las mediciones dan mínima ventaja al ojiverde Añorve; sin embargo, el gobierno todavía está en manos de Zeferino Torreblanca, ganado a través del PRD aunque nunca fue ni será perredista el empresario acapulqueño. Quien sabe hasta dónde arriesgue invertir dinero público, que no es suyo obviamente, en la búsqueda de preservar el poder a los perredistas. Otra posibilidad es que “nade de a muertito” y acepte al vencedor.
En el campamento de Añorve se sienten seguros, en tanto en el PRD han aprovechado al máximo la artera agresión a uno de sus representantes, hace días en Chilpancingo. La elección guerrerense es seguida puntualmente desde Morelos, siempre, no sólo por la consanguinidad de las sociedades de ambas entidades sino porque los morelenses tenemos mucho de costumbres de ellos y pocos en esta tierra no tienen un lazo familiar en la calurosa tierra. Ahora en el punto malo, la plaga delictiva circula por el corredor que los analistas del gobierno federal encargados de la seguridad denominan “El Corredor Acapulco—Cuernavaca”.
Hay elecciones en Baja California Sur y los que saben señalan que el PRI recuperará una entidad más, ahora de manos del PRD. Veremos.