Ayer el asesino fue condenado a 270 años de prisión por las seis vidas que segó, en tanto el general Farfán cayó abatido por un comando armado durante la noche en Nuevo Laredo, Tamaulipas, adonde llegó hace un mes para hacerse cargo de la Dirección de Seguridad Pública. Poco antes Farfán fue director de la Policía estatal Preventiva en Michoacán.
En ese septiembre, Farfán Carriola era secretario de Seguridad Pública de la capital de Morelos; estaba recién llegado y enfrentaba a una corporación sumida en conflictos con su anterior jefe Francisco Sánchez González, todavía y desde antes en una prisión federal sometido a un juicio que no termina. El militar retirado, el día de los hechos, irrumpió en la escena del crimen sin cuidar el protocolo, incluso encaró y maltrató a periodistas que cubrían el dramático evento. El entonces desconocido homicida, mientras hacía una matazón por las calles de Cuernavaca. El señalamiento fuerte al entonces funcionario municipal era que celebró por la mañana una sesión de tiro y desarmó a gran parte de la corporación, lo que generó conflicto al interior tanto de la metropolitana como de la estatal que aportaron uno y dos muertos de los seis. El resto fueron civiles, uno de ellos taxista y dos más en la casa que era asaltada.
Las víctimas de Martínez Pereda (que se hacía acompañar de otro sujeto) fueron el señor de la casa violentada Felipe de Jesús Nieto López, José Santiago Morales y el taxista Cándido Herrera Hernández –al que mató para quitarle su vehículo--, además del policía estatal Abel Santos León y el jefe de bomberos Antonio Albavera Lazcano, el oficial del mismo cuerpo José Antonio Amador Herrera (que se cruzaron con el homicida en una calle de la colonia El Empleado y trataron, sin armas, de detenerlo). En esa ocasión, el drama envolvió al estado entero, y entre policías, reporteros y civiles uno de los puntos a tratar era la puntería del homicida, porque todas sus víctimas tenían disparos en la cabeza, lo que presumía a un profesional en las armas.
Hubo a partir de los sucesos acciones que enturbiaron más las cosas; una de ellas la que suponemos era falta de conocimiento del nuevo jefe policiaco en cuestiones de seguridad, que desató un auténtico caos en la corporación. Farfán tuvo que ser cesado; hubo incluso averiguaciones que lo ligaban a alguna responsabilidad no cumplida. Se fue en medio del dolor por las seis víctimas, la estupefacción de una sociedad que daba visos de desamparo -que luego, tres meses después, en diciembre 16, conocía de la muerte de Arturo Beltrán Leyva en un departamento del complejo Altitude en un enfrentamiento histórico que ha marcado a Morelos y a su capital Cuernavaca--. El entonces alcalde interino Roque González Cerezo, vivía momentos amargos, duros, a unos cuantos meses que le dejaba la responsabilidad el hoy diputado federal Jesús Giles Sánchez. Por cierto, la familia de Jesús fue víctima directa del homicida, porque Antonio Lazcano Albavera, su cuñado, con años de servicio y bien reconocido, se atravesó por el camino del loco asesino.
A las 13:30 horas del miércoles, se dictaba la primera sentencia bajo el nuevo sistema de juicios orales con la unanimidad de tres jueces que aplicaron 45 años por víctima al multihomicida Tomás Martínez Pereda. La aprehensión de este señor fue, sin duda, un trabajo largo, pesado, pero preciso y contundente de la Policía Ministerial estatal, de lo que ha hecho bien la Procuraduría del estado pero se guarda en los baúles. Se conoce que el grupo especial seguía el caso a partir de una imagen en una cámara domiciliaria y porque encontró el vehículo del asesino, con placas del DF y a nombre del mismo Tomás Martínez. Un auto de modelo reciente, en buenas condiciones, lo que no lo ubicaba como un delincuente más, sino un auténtico profesional.
Ya ubicado en su identidad, lo demás fue trabajo de inteligencia, porque cruzaba sierras de los estados de Guerrero, a Puebla, a Oaxaca. Le siguieron la pista hasta el Estado de México, en la zona conurbada de la Ciudad de México, en un corralón donde se escondía. Se perdió pero continuaba con su mismo teléfono celular hasta que lo ubicaron en el barrio bravo de Tepito. El asunto no era sencillo, la zona es de las consideradas en el DF de alta peligrosidad, así como tiene muchísima gente de alta calidad, en el terreno delincuencial se manejan con estructuras que muchos cárteles famosos no tienen.
La forma de “enganchar” al multihomicida fue sacándolo de su madriguera. Fue a través de una llamada que hizo solicitando el servicio de damas. Lo interceptaron, una mujer policía judicial de Morelos se vistió para la ocasión y lo esperó en un motel. Llegando, lo aprehendieron los policías ministeriales de Morelos. No es público pero se dice que esta operación fue costosa, rebasó el millón de pesos. Y surge la obligada pregunta: ¿Y si no lo capturan?
Lamentable la muerte del general Manuel Farfán Carriola y las condiciones cómo se dio, pero la coincidencia que el mismo día, con 9 horas de diferencia un homicida múltiple era sentenciado a ¡270 años de cárcel!, y un comando armado del crimen organizado mostraba la dura realidad de nuestro país, sobre todo en la zona del norte. Y nos indica, asimismo, que si bien en Morelos hay evidencia que existen grupos organizados (si hablamos de evidencia es porque así lo indica la PGR y la justicia federal que mantiene preso a Luis Ángel Cabeza de Vaca, ex jefe policiaco estatal), la situación es diferente. Se puede vivir en la entidad y se tiene que pelear por no cambiar nuestras condiciones y la mejor forma es como dirían nuestros vecinos de Guerrero “hay que hablar bien de ACÁ”, en referencia a su puerto, tendremos que hacerlo por nuestra tierra, donde también nos sobran bondades.