Rafael Rodríguez Castañeda, actual director de la Revista Proceso, estuvo en la UAEM en el Salón de Rectores el 11 de marzo de 1983. Y, en efecto, 10 años después, coincidentemente, ese mismo 11 de marzo pero de 1993 lo acompañábamos a comentar su exitoso libro “Prensa Vendida” en lo que es hoy la Sala “Manuel M. Ponce” del Jardín Borda. Fue Rafael quien recordó la coincidencia anotando un papel a un servidor que se escurrió en la mesa de presentación. “Hace 10 años, el mismo 11 de marzo, estuvimos en la Universidad de Morelos”.
Y una ratificación a la pregunta que nos hace un paisano de Cuernavaca dos o tres años mayor que un servidor sobre el personaje que ayer recordamos con vehemencia. Sí, Sara era la muchacha esa grandototota, de tremendas piernas, guapa, pelo corto, con una vista posterior digna de Sofía Loren, única con la libertad de no tener un caifán, que bailaba con el que quería, no el que le pagaba y escogía, eso sí cobrándoles a sus clientes. Hubo algunos que, en el término popular de la época, recibieron generosa como inusual “cachucha”. Comensal cotidiana de la fonda de La Jefa, tremenda platicadora y buena persona. El sobrenombre de “Sara la Loca” era, se sentía, cariñoso.
Sí, es ella, la que pregunta el buen amigo que, aclarado todo, firma “Sí, es cierto, que bonito recuerdo, ¡Qué buena estaba!”.
Los Premios
Una felicitación a los periodistas que recibieron su premio estatal en la segunda edición. Lo anotamos hace un año y lo celebramos. Hoy, creemos obligado el razonamiento personal y responsabilidad del que escribe, para que este tipo de incentivos continúen, que no los frene actitud o insidias, pero también darle una forma bien estructurada que evite desde la duda hasta la especulación. Morelos y el gremio periodístico merecen que los calificados cada año como excepción favorable lo reciban completito, sin mácula.
Haciendo un tanto de historia, todavía contemporánea, es con el gobernador Antonio Riva Palacio López cuando se instaura un premio estatal de periodismo. No tenemos preciso si lo hace a partir de 1989, un año después de su llegada, pero sí se conservó durante los cinco años restantes. Los otorgaba el Ejecutivo y los firmaba el mandatario con el secretario general de Gobierno. El papel con un fondo de la imprenta histórica de Los Hermanos Posada iba acompañado de un centenario de oro o 10 mil pesos. Se entregaban por géneros, alrededor de cinco y a veces hasta siete.
Con Jorge Carrillo Olea hubo una fría relación. Don Jorge estaba habituado a tratar con Carlos Payan Velver o Julio Scherer, directores de La Jornada o Proceso, desde una condición de iguales, más allá de la amistad por circunstancias de tiempo, espacio, poder y cargos. ¿Si su concepto de políticos morelenses era sinónimo de primitivos, por qué la prensa no iba a estar igual? Carrillo no hizo una sola alianza con la gente de los medios; tuvo en contra, además, que sus operadores de comunicación tampoco compartían origen y proyecto con los informadores locales. Sin embargo, era de la parte salvable de su administración, sobre todo porque hubo profesionales como Rolando Ortega Calderón y existen sobrevivientes: ahí está Matías Nazario Morales. Otro responsable era el recientemente finado, excelente redactor y analista, Moisés Lozano Villafaña.
Luego no hubo más premios, hasta que el año pasado los tres poderes del Estado comienzan su armado. En esta ocasión, se notó menos numeroso y seguramente en las siguientes ediciones serán trabajos de géneros meticulosamente revisados por los jurados. Los errores humanos, perdonables, es lo menor. Hablamos al peso de la información que vivimos, porque hace tiempo que dejó el columnista de involucrarse en tareas que hace 15 ó 30 años eran vitales en el cuidado del gremio y la búsqueda de acuerdos. Le toca a las generaciones siguientes aunque siempre debe ser compromiso de todos, y nos excusamos sinceramente.
Bien por los premiados, muy bien por los persistentes organizadores, profesional trabajo del jurado, y para atrás sólo para tomar impulso. Que sigan…
Ya está Samuel
Institucional, practicante absoluto del cuidado de las formas, dueño del oficio fundamental de la política, Víctor Samuel Palma César es virtual secretario general de la CNOP de Morelos, uno de los tres sectores del Partido Revolucionario Institucional. Estuvo a cargo como delegado con un cuidado excesivo que evitara siquiera rozones con otros de sus compañeros.
El hijo de don Víctor Palma va a hacer un buen trabajo que fortalecerá a su partido y al dirigente Amado Orihuela Trejo. Es de esperarse que haya correspondencia y el partido y sus militantes con cargos trascendentes le correspondan a su sector. A todos les irá mejor si así es.