A partir de su llegada a la secretaría en sustitución de Patricia Mariscal Vega, no ha ejecutado una sola acción que evidencie fallas en la administración estatal, lo que nos indica, al menos oficialmente, que éste es el gobierno perfecto. Jaime de la Torre, ex subsecretario de egresos de Hacienda Estatal, viene cargado de mala fama.
A partir que llegó al edificio contralor, inició una cacería en contra de empleados incómodos, a los que ha intimidado de todas maneras, desde la intimidación hasta la franca agresión.
Hubo por ahí algunos que entienden que este señor desea colocar en los cargos a sus cercanos, pero los requerimientos incluso de renuncia no han sido solicitados desde las formas institucionales. Y lo malo: ha querido involucrarlos en acciones que cubran corrupciones añejas de funcionarios conocidos. Se ha manchado, como dicen los muchachos. Y lo ha hecho abiertamente, lo que le debe hacer suponer que se encuentra bien custodiado. Debe entender el señor Alfredo Jaime de la Torre que la administración pública es pasajera, que los cargos no tienen propiedad y que cronológicamente está a meses que venza el plazo que le concedieron.
Sin embargo, una sugerencia a su patrón es que ubique a otra persona que en realidad “limpie la casa” y no a este visceral sujeto que, normalmente, arremete con todo en contra de las damas. Tiene como sus colaboradores a gente que no funciona. El tema que ahondaremos en los días siguientes es una injusticia desde donde se vea, un asunto que ya lo tocamos hace semanas. No le funcionan sus emisarios, según notamos. Así que, el señor Jaime de la Torre debiera ir juntando sus tiliches y apurarse a casa, porque al paso que lleva lo más seguro es que con tanto encubrimiento, su siguiente parada sea en el penal de Atlacholoaya. Los hay que se vuelven locos. Este sujeto es uno de ellos. De atar. Y contra mujeres el señor valiente. Vaya.
En la otra esquina… también
La mitad restante en la fiscalización de los recursos no entona mal las baladas. La Auditoría Superior de Fiscalización, donde se encuentra Luis Manuel González Velázquez, debe manejarse con sumo cuidado, hacer lo que la ley le indica y no ser lo que a la vista es: un organismo de terror desde donde intimidan los jefes de Luis Manuel para efectos en su favor de corte político—electorales. Coloca en la vitrina a tres presidentes pasados, uno de cada partido, a la antigüita: a Gustavo Rebolledo de Zacatepec, a Sergio Valdespín del PAN y al diputado federal Jesús Giles, del PAN. A la antigüita. Les coloca cantidades en millones de pesos que seguramente prueba o lo debe hacer ante la siguiente instancia, la que sea. Sin embargo, uno de sus “patrones”, el presidente de la Comisión de Hacienda del Congreso Local, Rabindranath Salazar Solorio, solito en sus dos años y fracción en Jiutepec, dobla las cantidades de los tres presuntos—responsables—publicitados—y casi presos ex ediles.
¿Cómo “El Chueco” va a meter en el mismo rasero a uno de sus patrones? El otro, secretario de la misma comisión, Fernando Martínez Cue, no ve, escucha, ni hace nada. Ha sido un espectador seguramente bien atendido. Fernando es viejo amigo del que escribe, así que cualquier corrección, es bienvenida. Conocemos también a “El Chueco”, desde siempre, pero en este momento su actuación es revisada por la sociedad, lo ligan con el PRI, su partido, y si selecciona a quiénes va a castigar, hará peor papel que su antecesor tan cuestionado, Gerardo Casamata Gómez inhabilitado y si se apuran, hasta bote tendrá.
Si la política requiere de inteligencia, la fiscalización de honradez, por lo tanto si Luis Manuel no actúa como es su obligación contra Rabín, no solo dará forma final a una actuación mediocre sino cualquiera que se sienta acosado por un auditor selectivo, lo lleva a juicio con posibilidades de vencerlo. González tiene, según sus cercanos, una diputación local plurinominal por el PRI. ¿Así? A no ser que sea de mayoría por cualquiera de estos tres distritos: el de Riego, el de Anexas o el de Atlacholoaya, pero no el pueblo sino en su interior. Quizá hay tiempo de rectificación. Ojalá así sea. Es cosa de él y que sus jefes no sean más que los ciudadanos.