Ya lo anotamos aquí hace unas ediciones y lo sostenemos: ser candidato a gobernador por un partido destinado a la derrota representa para el nominado y su equipo cercano mucho dinero, millones de pesos; no sabemos cuánto, pero de menos 10 y con un máximo hasta de 30. Vale la pena. No sólo alcanza para gastar hoy sino para comprometerse este mismo día y pagar mañana, aun con el “amargo sabor de la derrota”.
No es una invención. Lo saben en todos lados; por lo mismo, no lo comentan. Esa misma tendencia se observa a nivel nacional, por más que en días de descanso aparezcan los secretarios de Estado como el de Hacienda, Ernesto Cordero, en eventos ad hoc en terrenos donde el panismo todavía es opción como Guanajuato. Lo vimos en la televisión y se notaba un extraordinario ánimo que se rompe en el esquema del mapa territorial nacional. Una especie de eventos pírricos, de levantar el ánimo para regresar al día siguiente con la contundente realidad.
Una lectura imposible de evitar en estas mediciones dignas de análisis es que si el PRI gana con el que pongan, falta que los que juegan por la nominación celebren un acuerdo de respeto y apoyo para el que finalmente tenga las mejores condiciones. En una palabra: en una carrera que, de acuerdo con profesionales, van solos, solamente una tragedia impedirá que el PAN entregue la Casa de Gobierno a un priista. ¿Quién es éste o ésta? Es exactamente la tarea, que lo hagan localmente antes que en la Ciudad de México su dirigencia nacional tome nota que aquí existe incapacidad del acuerdo y lo haga como sucede en estos trances: determinando allá lo que todos van a hacer aquí.
Obligado revisar las encuestas, incluso las que van marcadas con tendencia y que el lector común lo nota, porque estamos ya en la batalla electoral, donde los que saben que su partido va a ganar tienen la fuerte encomienda de ponerse de acuerdo, de construir escenarios para una o más posiciones, de contar por obligación las alternativas y de no tomarse demasiado en serio, porque en esto de la política se cae el plato de la boca. Si se dice y se siente que el PRI va a ganar, “la raja” en la flamante información que abre la agenda semanal es que los que estén incluidos sumen esfuerzos porque, finalmente, hacía mucho que el pastel está grande y alcanza para todos. Cosa de ellos.
Ocioso anotar nombres cuando en las calles corre la realidad de Morelos y sus habitantes. Dicen que “el ese avisa”. Estamos prácticamente en la víspera que se abra el proceso electoral, cada vez con mayor contundencia la ventaja priista sobre los otros, y aquí la noticia será quién entre el PAN y el PRD será la segunda fuerza estatal. Los que gustan del análisis y no se hacen escaramuzas mentales saben que entre los priistas su más serio enemigo son ellos mismos, que su obstinación les impida llegar al acuerdo de que quien mejor esté posicionado vaya por la gubernatura, que el que siga sea primer senador, que el tercero a Cuernavaca tenga una diputación federal o en el Congreso local, que habrá un gabinete con decenas de espacios, que refrendan la capital y se abre más la oportunidad.
Todo eso lo saben. Falta solamente que se reposen y logren el acuerdo. Esto no asegura que van sin competencia. Está a la vista. Les van a dar con lo que se pueda, se usarán recursos institucionales y públicos para tal fin, se celebran alianzas inverosímiles de partidos y algún lunar de la iniciativa privada en asuntos de información. No está en juego el orgullo que llaman lastimado. Se trata del poder, de todo el poder, de lo que buscan siempre. Nada más.
1 comentario
Hey
estas muy stupid con todo respeto! aprende a escribir! parece que tienes… Compartelo!