¿Acaso uno solo de los 15 –sin Rufo, más burdo que la caricatura de su famoso tocayo coyote de Hanna Barbera-- diputados llegados por el PRI tiene méritos para exigir un espacio en el próximo proceso electoral? Una cosa son las intenciones, las ganas, y otra, distante, las razones a su petición. Sin embargo, saldrán muchos de los quince a buscar qué pescan. Y hablando del total, no se escapa ninguno, desde el presidente estatal del PRI, Amado Orihuela Trejo, hasta el actual coordinador Omar Guerra Melgar. La medianía pura, y si somos estrictos, ni siquiera en ese nivel, más abajito.
Por lo mismo decimos que a 28 meses de gestión, la realidad ubica a los diputados locales del PRI sin derecho a la exigencia de espacios. Su tránsito por la legislatura, repetimos, ha sido arbitrario si contamos su ineficacia. No tenía derecho el Congreso a ser ultrajado con tanto desmán, con desaires, con actitudes propias de bisoños circenses, sin una sola vértebra politizada. Penoso e inadmisible. No pueden repetir la misma actuación en la que vienen porque la sociedad, impactada por la problemática social, poco ha volteado hacia el Poder Legislativo en donde se incluye la mitad priista, tema del día.
Inolvidables pero de vergüenza los recuerdos de la llegada, cuando la instrucción de la presidencia nacional del PRI encabezada por una talentosa Beatriz Paredes, para que Amado Orihuela, recién diputado federal en esos días, dirigente de los cañeros morelenses, se hiciese cargo de la coordinación de la fracción. Ésa fue la instrucción. Con la candidez que aún carga Amado, llegó a la elección de su ungimiento como jefe de la poderosa bancada y salió con un solo voto a favor: el suyo. La dupla Maricela-Del Valle había operado, y se armó un merequetengue que no termina. El primer coordinador fue Julio Espín Navarrete, sin pena ni gloria. Lo siguió Jorge Arizmendi García, al que no dejaban moverse. Vino David (no sabemos si Salazar o tiene otro apellido, de tan intrascendente) que lo único que logró fue colocar cercanos –o cercanas--en cargos de órganos dependientes del Congreso; tras él, un joven con habilidades a la demagogia llamado Julián Abarca Toledano, más oscuro que un cuarto de fotógrafo en los 60’s, y ahora Omar Guerra, un cuernavacense llegado con ímpetu por la Ola Roja Tricolor más que por un trabajo político. Omar, ex colega en el gremio, se ha perdido, deja escondidas sus raíces y se olvida de la obligación de prepararse cada día para las siguientes estaciones. No ha logrado siquiera iniciar su vertebración y, para acabar temprano, su función ha sido ni siquiera discreta.
¿Qué quieren ser? ¿Con qué acreditan sus intenciones?
El caso de Amado Orihuela es singular. Ha logrado generar una estructura importante en la entidad con base a los productores de la caña, además su estilo ranchero gusta en los sectores rurales que cada vez son menos en Morelos. Amarres importantes lo hicieron, hace más de un año, presidente del comité estatal del PRI, pero apenas llegado ahí se ha extraviado: jaripeos, fiestas, ausencias de la política no han hecho posible que logre el empaque suficiente para orientar las decisiones internas del que parece el partido más fuerte de estos lares, sino además no es omiso en la evidente desarticulación que vive su partido sino parte fundamental de esa fractura.
Amado ha sido, por el respaldo de sus orígenes, dos veces diputado y hasta presidente de su partido, pero en la cruda realidad durante estos meses ha mostrado debilidades que asustan a sus correligionarios. Una de éstas es su proclividad a ser poco serio en las formalidades obligadas de su cargo. Otra claramente pública: la falta de recursos políticos que convenzan a los demás. Increíble que el presidente de un partido que se ha tornado poderoso, sea un diputado más de 15—16 que han hecho un papel penoso en los dos años y meses.
No es una calificación estricta a la fracción del PRI; lo manejamos sin detalles de fondo que lo haría más doloroso. Tampoco incluimos a los 14 o 15 diputados restantes. Lo obligado es que la mitad de uno de los tres Poderes que componen el estado y su gobierno, el 50 por ciento del lugar donde se toman las decisiones sociales y políticas más importantes, no sólo ha quedado a deber, sino que se ha endeudado con los morelenses con una actuación lastimosa y deprimente.
Nunca, en los más de dos años, el PRI ha tenido liderazgo en el Congreso. Jamás, en este corto pero largo y doloroso tiempo, los diputados del PRI brillaron con luz propia. Siempre, si de medios se trata, se habló de escándalos, madruguetes, albazos. Y el punto de referencia no llegó siquiera a la medianía, con una mejor calificación que los estaciona en la mediocridad plena.
Deshaciendo el soneto del maestro Renato Leduc, sellamos:
¡Ay, cuánto tiempo perdido! ¡Ay, cuánto tiempo!
1 comentario
Hey
EL HECHIZADO DE MMG Y SU BANDITA DE UJIERES Y "SOCIOS" EN… Compartelo!