El criterio que toma el arquitecto para la elaboración de los lineamientos necesarios en la construcción y/o adaptación de centros geriátricos es, precisamente, el de anticiparse a la peor situación. Se parte de la máxima dificultad motriz, un anciano en silla de ruedas, y desde allí se pueden ir resolviendo otros detalles, como son las alturas, las medidas de las puertas, la posición de aberturas y herrajes, etc. Al considerar la mayor cantidad de dificultades superpuestas, se garantiza no tanto la universalidad de los usos (el que se pueda aplicarla invariablemente en todos los casos), sino más bien una versión “anticipada” del espacio en el que, quizás, sea requerida una forma de uso.
La regla única de la que se parte es la de tomar siempre el dato más desfavorable para la situación más desfavorable. Es de utilidad tomar en cuenta las condiciones ergonométricas de una persona y que sus variables pueden depender no sólo del estado físico, sino también de su contextura y hasta su pertenencia étnica.
Ahora bien, lo que se le llama situación desfavorable no es privativo de la vejez, naturalmente, porque nadie está exento de atravesar períodos de enfermedad o convalecencia que, obliguen, tras un accidente, por ejemplo, el usar bastones, muletas o sillas de ruedas.
En muchos aspectos, las adaptaciones para personas adultas mayores son muy similares a las personas con discapacidad o capacidades diferentes. Sin embargo, los mayores tienen superpuestas, en muchas ocasiones, varias discapacidades porque al mismo tiempo tienen un debilitamiento generalizado de sus capacidades físicas: menor energía muscular, pérdida parcial o total de la visión o audición, menor capacidad de adaptar su cuerpo a demandas nuevas.
Tenemos personas mayores con discapacidad o menor discapacidad de maniobrar los dedos de las manos en casos de artritis, artrosis y se vuelve un problema al tratar de abrir una llave de agua.
Es recomendable que los ancianos continúen haciendo lo que hacen, y entonces ir adaptando arquitectónicamente su entorno para que no se limiten; por lo que se debe acentuar y estimular las aptitudes que todavía poseen ellos y mejor generar espacios que les permitan, de algún modo seguro, poner en juego todas sus capacidades.
Las situaciones más desfavorables son el uso de las sillas de ruedas, porque implica mayores limitaciones y el espacio físico del que se requiere es muy diferente y debe tomarse en cuenta el tipo de actividades que se van a desarrollar en cada área.
Por ejemplo, para que una persona pueda desarrollar alguna clase de actividad en silla de ruedas, debemos saber que sus brazos no alcanzan nada que esté por debajo de 40 o 50 cm ni por encima de 1.40 a 1.50 m. El radio de giro de una silla de ruedas es de un diámetro de 1.50 m., de modo que esta medida a su vez determinará la medida de los ambientes. El ancho mínimo de una puerta, que permita hacer circular una silla de ruedas es de 0.80 m, aunque el ancho ideal es de 0.90 m porque hacerla pasar en 0.80 m es casi imposible si no se ubica frente a la puerta de manera exactamente perpendicular y recta. Para una persona que usa muletas, el ancho mínimo es de 1 m.
Así es que de una persona sentada en silla de ruedas podemos desprender toda la ergonometría de diseño para ancianos. Independientemente de considerar otro tipo de limitaciones, como son las visuales, psíquicas, sonoras, lumínicas, de color y descontextualización.
En Cuernavaca, el arquitecto Agustín Nieto Sans es especialista en “diseño de situaciones más desfavorables”. Su página es www.arquitectonieto.com
Una manera de prevenir riesgos y accidentes en casa cuando tenemos personas adultas mayores es ir haciendo las adaptaciones pertinentes.