De un modesto despacho de litigios, alejado de lo que para la entidad son firmas mayores, Rogelio Sánchez Gatica, representante nato de la cultura del esfuerzo, hecho abogado bajo ese esquema, simpático, decente, aceptó ser candidato suplente a la presidencia municipal de Cuernavaca –la ciudad que lo recibió 50 años atrás con cariño y amabilidad—y siempre tuvo en mente que si el tesón de su titular Manuel Martínez Garrigós y la estructura ya creada en dos derrotas anteriores, bien podrían hacerlo cuando menos funcionario de medio pelo.
Y lo nombraron de pelo y medio aunque no pudo en ese nivel como secretario de Seguridad Pública. Es demasiado burócrata para un cargo complicado y más en estos tiempos de delincuencia organizada. Bueno, de simple pelo, como consejero jurídico, donde volvió a dar palos de ciego, no sabemos si por incapacidad o acuerdo, en el Caso Pasa, donde hubo descuidos de párvulos y consecuencias políticas (o cuando menos argumentos que llevaron a las consecuencias) para quitar del listado de aspirantes al gobierno de Morelos al priista con mayores posibilidades, al que lo saca de la chistera y lo mete en el mundo de la política, distinto y distante de la burocracia judicial administrativa y procuradora de justicia, donde ha deambulado más de 40 años el llegado al pueblo de San Antón.
A la distancia, cada uno de los pasos del maestro Sánchez Gatica pueden ser interpretados como cada quien guste: o fueron de incapacidad o fueron perversos. Hombre de trato afable, Sánchez Gatica es el presidente municipal constitucional de Cuernavaca. Eso dice la ley y eso es. Los susurros al oído nunca son buenos, mejor el grito claro. Lamentablemente Rogelio ha sufrido una transformación que los ocho meses que restan a la administración no le va a alcanzar. De ahí la prisa de su séquito, de ahí que “embarquen” a su hijo del mismo nombre a que caiga en fallas que los van a dañar, y le den un toque melodramático de Corte Imperial, algo así como Hirohito en una faceta corte Teatro Blanquita. La miel de poder llegado de la nada hace un daño tremendo. Si los siempre poderosos se excitan, quienes no han tenido poder caen en la locura. Es un problema que se está dando en el corto gobierno de Rogelio. Se encuentra bajo sospecha de actuar indebidamente en su función oficial como consejero jurídico, cuando menos a destiempo, pero ahora, en este momento, no se puede cogobernar con un hijo que aunque se llame igual a él no ostenta ningún cargo.
Los aullidos en las diversas dependencias municipales son cada vez más estridentes. Es momento de usar el cortaúñas o las alicatas –según el grosor de las garras—y colocar un bozal que evite el alarido que cimbre la estructura de por sí débil del gobierno del licenciado Rogelio Sánchez Gatica. Aunque modestamente, Rogelio ha hecho un nombre en sus más de 50 años en Cuernavaca, no puede permitir motivar que se evidencie esa trayectoria por la ambición, la inexperiencia, la soberbia o la torpe ratería del séquito. No ha hecho dinero, ha sido un hombre modesto en ese terreno, pero sus “coaches” quieren cambiarle el estatus en este corto tiempo y qué mejor si se hace a través de un joven que puede estar siendo usado, y ser víctima a la vez.
Cuernavaca opera en lo elemental, lo básico, lo sabemos todos aunque se pague por decir lo contrario, se ha generado un equipo eficaz y leal a la institución llamada Ayuntamiento. La ciudad en sus servicios camina mejor que años atrás. Es la herencia buena a Rogelio, porque debe haber algunas no tanto, también hay que decirlo. Eso lo conoce a fondo Sánchez Gatica. Lo que no puede hacer es dar patadas al pesebre, tratar de echar en su contenedor de complejos desechos entre los que va él mismo como funcionario los dos años anteriores. Es difícil poner orden en la casa de cada quien, qué no lo será en un ayuntamiento o en un gobierno.
Llamada a tiempo, a lo mejor. Lo claro es que hay de suertes a suertes y la del licenciado Rogelio Sánchez Gatica como presidente de Cuernavaca, no está finiquitada, sigue en juego.