El hijo de don Fructuoso hizo lo necesario y a veces más. Con las condiciones que el país vive hace muchos años, cuando se desbordó el crimen organizado, con Morelos como punto estratégico, geográfico, desde siempre en esta negra trama, difícilmente se puede ponderar la otra parte, lo bien hecho. Es simple reproducir obra por obra, acción por acción. No es el caso. Más bien, junto con la grave problemática criminal, tiene que admitirse que ha habido obra social que el estruendo de la violencia minimiza, que pueden hacerse trabajos de infraestructura en materia de salud, de educación, de desarrollo humano, incluso en administración de justicia, o de la tarea sin mácula de la maestra Mayela Alemán al frente del DIF-Morelos. La noticia pues es que ha habido un gobierno al frente con un humanista que ha hecho más de lo presupuestado por los que analizan, que ha manejado con prudencia y discreción el área mediática, cuando una nota roja que es cotidiana, sobresale.
También ha cuidado no encimar tareas gubernamentales con la dinámica político-electoral, lo que muestra responsabilidad por hacer lo que se debe, en tiempo y forma. Obviamente no ha habido resonancia del trabajo de Adame como tuviera que ser, porque lamentablemente en la clasificación individual del ciudadano entre el escándalo de dos descabezados o cortados en partes y un nuevo puente que una dos comunidades o que un pozo de agua dé líquido a cinco colonias, es natural qué figura en el plano menor. Hay personas que se olvidan del muerto diario y buscan la nota que brinde la esperanza del día; en ocasiones la encuentran en un trabajo que hace Adame con su equipo.
Para infortunio de los que siempre queremos buenas nuevas, éstas están ahí pero escondidas en letras pequeñas porque el ya tradicional morbo de lo policiaco-criminal se ha instalado en la atención de la opinión pública.
Antes se contaba la importancia de la entidad de acuerdo con las visitas del presidente en turno. Si así siguiera, Morelos sacaría gran ventaja sobre cualquier estado, incluido el Distrito Federal. El manejo, el cabildeo, las relaciones de Adame desde diputado federal y como senador han dado frutos. Antiguos compañeros suyos de corriente partidista son secretarios de Estado, también lo son diputados o senadores de su legislatura, lo que ha aprovechado para que los servicios de salud cubran al 100 por ciento de la sociedad morelense, que el Seguro Popular sea un complemento eficaz en esta vital necesidad.
Total, sobran razones para que en cuanto que habitualmente editan con razón de estos años de tarea, no solamente sea extenso sino necesario de revisar. Ahí podrá plasmarse qué sí y qué no hizo el gobierno adamista. Sin la predisposición a veces natural de algunos que escribimos, el gobierno del doctor Marco Antonio Adame debe ser evaluado con los hechos y no con presunciones o ligerezas. Si algo consta al columnista, es que ni siquiera una insinuación para incidir en nuestra tarea, tampoco un reclamo ante una crítica que no le parezca. De trato amable desde siempre, su mano ha estado tendida todo el tiempo y lo conocemos ya hace años, digamos décadas, antes de que imaginara hacer política públicamente. El púber que debía cargar arpillas de cebolla y aguantar cajas de tablas con tomate verde, jitomate o apio para los negocios familiares. Hijo de gente honorable y de trabajo.
Esa impresión la tenemos fija, y se agudizó cuando comíamos allá por 1995-96 en la Fonda Tlahuica y confesaba su intención como ciudadano de ser parte del Instituto Estatal Electoral como consejero, o de sus empresas que funcionaban –el hijo mayor del que redacta estas líneas estudió ahí, en el Anglo Americano, iniciando una carrera de lenguas que terminó dominando cuatro, la nuestra y a la mitad del hebreo--. Marco no era gente de partido pero estaba interesado en la vida pública de su estado y su país. Sería en 1997 diputado federal plurinominal por el PAN en calidad de ciudadano, senador 2000-2006 y gobernador hasta este momento.
¿Carrera meteórica? Sí. Pero intensa. Tenemos vivas las imágenes en una visita a un diario local donde el que hacía la función de director, un tipazo de nombre Jorge Mejía Lara (Q.E.P.D.), tenía una consulta médica y nos encargó atender al doctor Adame que era candidato al Senado. Viejos conocidos, en contacto permanente por esos y anteriores días, lo llevamos escritorio por escritorio de los diversos departamentos, con una sola oración: “Les presento al gobernador dentro de seis años”. Nunca dejó de sonreír. Era, seis años antes, el candidato natural a gobernador. Hoy transcurren más de once años de aquel encuentro, con cinco años de mandato y un cierre que de acuerdo con sus actitudes y acciones, lo regresarán a la tranquilidad del ex gobernador que no usó el poder para venganzas políticas ni generó daños en sectores críticos como la prensa.
Sí, claro, hay que revisar rubro por rubro su trabajo, pero sobran días para ello.