Las personas mayores responden de forma distintas a situaciones de estrés. Por una parte, un mejor control del estrés está relacionado con el envejecimiento activo, y por otra, con estrategias emocionales para manejarlo.
¿Cómo se define el estrés? El estrés es una respuesta no-específica del organismo ante un estímulo específico. Conlleva una respuesta de carácter fisiológico, pues ante un agente externo o interno que genera estrés se produce una segregación de hormonas que producen cambios de diversa índole en el organismo.
¿De qué forma específica se enfrentan los organismos de las personas mayores al estrés? Como bien sabemos, el envejecimiento se define de varias maneras y una de las definiciones es “la pérdida progresiva de la capacidad de enfrentarse al estrés”, esto concuerda con la percepción que tenemos de las personas ancianas como seres frágiles y vulnerables.
Concretando más, se puede decir que muchos aspectos del cuerpo y la mente de un organismo mayor funcionan bien siempre que no se le fuerce. Si un organismo anciano se ve sometido a situaciones estresantes, ya sean de tipo físico o psicológico, es muy posible que se desmorone antes que un organismo más joven o bien que su percepción de la sensación subjetiva de estrés sea mucho más intensa. Resulta fundamental apuntar que en ausencia de cualquier tipo de estrés, los organismos mayores y jóvenes actúan prácticamente igual, sin embargo, sometidos a estrés, la actuación empeora en ambos grupos de edad, pero ocurre con mayor rapidez en los ancianos. Existen estudios que demuestran que ante un agente estresante aparece una mayor vulnerabilidad, debida en gran parte a los sistemas hormonales individuales que intervienen en la respuesta de estrés. Los datos apuntan a que los organismos ancianos suelen tener demasiada respuesta al estrés. Por ejemplo, desactivan peor la secreción de adrenalina y noradrenalina cuando el agente estresante ha finalizado y sus niveles tardan más en volver a la normalidad. Al producirse una situación de emergencia, el cuerpo pone en marcha una respuesta de estrés inmediata, pero cuando cesa el agente estresante se debería desactivar dicha respuesta también de forma inmediata y parece ser que no sucede así en las personas mayores. Los organismos más mayores no sólo muestran déficits a la hora de desactivar la respuesta de estrés al finalizar éste, sino que segregan más hormonas asociadas al estrés incluso en estado normal, no estresado. Los niveles de adrenalina y noradrenalina aumentan con la edad con el consiguiente costo fisiológico, entre otros, la elevación de la presión sanguínea. La vejez muchas veces va asociada a un mayor número de pérdidas (situación de actividad laboral, personas queridas, roles sociales), valores que disminuyen (la salud física, la fuerza, los recursos económicos, la ilusión, la esperanza) y aparecen también acontecimientos nuevos que exigen cambios en la forma de vida (la adaptación a una enfermedad crónica, hacer de cuidadores de los nietos, la jubilación). Estas circunstancias por sí mismas no son importantes, pero sí lo es cómo la persona las siente y cómo las controla. Será entonces el significado del acontecimiento lo que determine las respuestas de estrés y la manera y actitud como las afronte lo que marcará las diferencias entre el estar y sentirse bien o por el contrario sentir sobrecarga y malestar. No se puede definir el estrés únicamente por la intensidad o por las propiedades intrínsecas del estresor, ya que los procesos cognitivos en la evaluación de la amenaza determinaran formas diferenciales de afrontamiento o evitación. Los factores personales (creencias y valores) y situacionales (novedad del acontecimiento, predictibilidad, duración, certidumbre, ambigüedad), determinarán la evaluación y afrontamiento en el contexto especifico del estrés. Además, existen variables de tipo psicosocial, personalidad, control y apoyo social, que juegan un papel fundamental en la valoración del estrés como “reto/desafío” o como “amenaza/daño” y por tanto en los efectos positivos o negativos sobre la salud y el bienestar social. Una situación que ocurre en nuestra sociedad muy a menudo, es el cuidado de los nietos, sobre todo debido a las cuestiones económicas derivadas del alto costo que supone para una familia contratar ayuda externa o acudir a una guardería privada o centro especializado. Cuidar de los nietos puede ser una actividad altamente gratificante en la vida de una persona mayor, pues los niños aportan una inmensa alegría y además otorga al cuidador la sensación real de responsabilidad, de ser parte de una familia que le necesita y de una sociedad para la que sin duda resulta de gran utilidad. Sin embargo hay que tener en cuenta que es posible que la fortaleza física de la persona mayor pueda estar sin duda disminuida y no tener ya esa capacidad de levantarse en mitad de la noche para alimentar a un pequeño y de cogerles en brazos y correr tras ellos, y jugar y vigilar durante varias horas al día. Son situaciones que unidas al cansancio propio de una edad avanzada generan sin duda una alta percepción de sobrecarga y estrés.
Estos intentos por conseguir un equilibrio en la situación pueden derivar en un cambio de percepción acerca de la discrepancia, tolerar o aceptar una posible amenaza o daño o, simplemente, escapar de la situación. Parece que las personas mayores, en general, ponen en práctica principalmente estrategias centradas en la emoción, sobre todo a través de la modificación del significado de la situación. La razón de esto sería que consideran que la situación no puede modificarse, optando entonces por utilizar estrategias para cambiar el significado de la situación, modificando sus preferencias y prioridades y reinterpretando el significado mediante la comparación positiva (comparándose por ejemplo con personas de su misma edad que están en una situación igual o peor).
¿Qué papel juega en la sensación de estrés el control personal? El control es el grado en que la persona percibe que existe una relación directa entre sus acciones y los eventos que siguen a tales acciones y puede tener una gran influencia sobre el bienestar físico y emocional. Con respecto a las personas mayores, es posible que determinados acontecimientos ambientales (pérdida de roles laborales, sociales y familiares) y biológicos (disminución de las facultades físicas) e incluso sociales (estereotipos y prejuicios acerca de la vejez) disminuyan tanto la percepción de control como el control real que pueden ejercer sobre estos acontecimientos.
Del mismo modo se han visto efectos positivos al fomentar la sensación de control entre las personas mayores. Es recomendable que las personas mayores fomenten el control real sobre sus actividades diarias, es decir, que pidan ayuda cuando se sientan desbordados y/o sobrecargados, que se impliquen en las decisiones familiares y que opinen sobre los acontecimientos que les afecten directamente a ellos, involucrándose en el día a día y fomentando no solo una sensación de control, sino un control real sobre su vida.