Esta vez no queremos decir, buscar ni lanzar mentadas contra los presuntos o culpables completos. Esto va más allá de sujetos, se trata de la sobrevivencia de una tierra llena de historia, de valores humanos, morales y naturales, que estamos a punto de enterrarla los que más la queremos. Un acto, llamémosle así, de matricida, con todos los hijos devorando en porciones a la creadora. ¿Exagerado el que escribe? Los que están en el poder lo saben, pero no conocen la fórmula o no desean apretar el botón que permita la reactivación de una de las dos partes sensibles del estado: la financiera.
Los ajustes de cuentas políticas pueden ir a la par, pero antes el bien común, Morelos como un todo. O son necios o se han quedado sordos con poca visibilidad, los señores que trabajan en el Congreso como diputados. Tenemos que ser gráficos y claros para que se entienda que no es tema de si se caen bien o mal, o quién fue más bandido que cual. O se actúa o a Morelos se lo lleva la fregada, con todo y sus nuevos gobernantes incluidos, en primera línea, los legisladores.
Si le duele el dedo meñique del pie derecho al estado de Morelos, seguro va a afectar al cuerpo entero. Será una molestia que tendrá de malas y en iguales condiciones a quien se haga cargo del cuerpo completo. Si las molestias se multiplican, y ya son en otros dedos de ambas extremidades, en las rodillas, le duele la cabeza al borde de la migraña, se rompió un codo, tiene una aguda gastritis y de paso la hernia que aterra intervenirse. Más agregados: el hígado no funciona del todo bien y amenaza una pancreatitis y los niveles de azúcar, colesterol y triglicéridos –ah, y el ácido úrico—se han ido hasta arriba. Ese cuerpo agoniza, dirían los médicos, está a punto de colapsarse y ser un huésped más de funeraria. Los buitres comienzan a girar sobre el cielo azul de esta todavía hermosa tierra morelense. Ya degustan un platillo que han tomado en trozos pero no completo el manjar: Morelos en su jugo…exprimido.
Lo que acabamos de detallar en términos entre de ignorante anatomista y médico, eso sí verdadero lo de carroñeros, es un símil a qué sucede en los 33 municipios de Morelos. Existe una crisis grave, más de lo que los medios manejamos. Nadie tiene dinero, de no actuar con inteligencia y compromiso el estado entra en coma financiero. Ya existe el colapso, ya está en terapia intensiva, ya tiene sondas y le meten inyecciones directas en el pecho, tremendas agujotas y todos los monitores están encendidos. Si el dedo meñique del dolor es la nómina de Temoac o Totolapan, el ataque al corazón y la pancreatitis son Cuautla, Jiutepec y Cuernavaca. No hay un peso para el pago de lo fundamental: la nómina. Y hará crisis social la larga lista de proveedores, los créditos, se detendrá la obra pública, la infraestructura vital, quizá carencia en medicamentos y no habrá contemplación de la sociedad si se deja de prestar un servicio o se hace deficiente.
El punto crítico está ya bien asentado. La hora temida ha llegado.
No sabemos si es fortuna o la supina ignorancia de los legisladores, todos, que enfrascados en la búsqueda de sus beneficios y espacios personales, se dan ánimos para ignorar que en su bodega de solicitudes hay asuntos que de no atenderse van a estallar y salpicar a todos. Que a la par hagan sus revisiones, sus juicios, que el protagonismo del jojutlense de fino trato, Juan Ángel Flores, pase al reconocimiento del buen operador, del que interpreta no únicamente da las órdenes, sino cualquier mueca o movimiento de su jefe—jefe Luis Graco Ramírez Garrido Abreu. ¿Cómo se entiende que el gobernador del estado se pronuncie a favor de la reestructuración financiera de la deuda en Cuernavaca y el tema no pase de la mesa del paisano yautepequense Beto Segura en la presidencia del Congreso y Flores Bustamante no empuje lo que Graco ha hecho público? ¿Juegan a las contras o es ignorancia? La que sea, es mala señal, nos muestra falta de capacidad en la tarea operacional, vital para la política; no es un tema de filiación partidista, sino de seguridad estatal en el terreno social, se va a desatar una crisis política, nada más para cerrar el año, y esta administración empieza plenamente con muy buenas intenciones y sin una sola acción. Graco sabe la gravedad de fortalecer las finanzas de los municipios, él mismo depende de ello, y lo que no está en duda: la gobernabilidad, la obligada gobernabilidad que le ofrezca al mandatario margen de maniobra. Hoy no lo tiene, ha sido más mediático y de buenas intenciones que con efectividad. Como que el sistema se paralizó, y hablamos de un todo, en Morelos obviamente. No saben lo que viene, por eso lo alertamos, ya casi lo tocamos, se siente, se huele: es un grave problema social, dejen a un lado los orígenes, los actores, o en qué condiciones se encuentren. Es un problema muy serio que en unos días, de no atenderlo, va a hacer explosión, y ahí sí que se salve quien pueda.
El año pasado –y no tenemos preciso si también hace dos—el gobernador del momento, Marco Adame, envió “un paracaídas” con participaciones adelantadas que aliviarán la angustia en ayuntamientos.
No sabemos qué harán, pero sí que lo deben operar y con eficacia, no queda ninguna duda. El ir en contrario, será un mal augurio para Morelos en lo general y esencial y para el Gobierno de Graco Ramírez en lo particular. Más allá de los culpables o presumibles responsables, un gobernador con las expectativas de Graco Ramírez: político, experimentado, entrón, pero sobre todo sensible, no puede ignorarlo. Hacerlo, será autogolpearse, porque no es de si coincide en filiación ideológica o es amigo de los que padecen, es el estado, es su Gobierno, es su futuro inmediato.
Veremos de qué está hecho en la expresión de estadista el buen Graco. Estas son las pruebas de ácido y fuego para los hombres de estado. Y lo repetimos con un agregado y subrayado: para un hombre de Estado cuya actividad es de político profesional.