El papa Francisco simplificó el pasado mes de noviembre el ritual de los funerales pontificios con una serie de modificaciones que eliminan elementos considerados excesivos, con el fin de resaltar el papel del pontífice como pastor y discípulo de Cristo.
Esta actualización se refleja en la segunda edición del Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, publicada por la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice y presentada oficialmente el pasado 4 de noviembre de 2024.
Según explicó el arzobispo Diego Ravelli, maestro de las celebraciones litúrgicas, esta nueva edición responde al deseo del Papa de adaptar el ritual para que refleje con mayor claridad la fe en Cristo resucitado, dejando de lado elementos considerados innecesarios o excesivamente solemnes.
Entre los principales cambios destacan la eliminación de los tres ataúdes tradicionales —de ciprés, plomo y roble—, del uso del catafalco y del báculo papal en el funeral.
En su lugar, el cuerpo será colocado directamente en un único ataúd de madera con interior de zinc, expuesto sin ornamentos excesivos. Además, se modifica el protocolo tras la muerte del pontífice.
La constatación del fallecimiento se hará en su capilla privada, y el cuerpo será trasladado directamente a la basílica para su veneración, suprimiendo el paso previo por el Palacio Apostólico, que ya no era la residencia del Papa Francisco, quien vive en la Casa Santa Marta.
También se actualizan las llamadas “tres estaciones” del funeral. En la segunda estación, el ataúd será cerrado la víspera de la misa exequial, ya que el cuerpo se deposita en él de inmediato tras el fallecimiento. Durante la exposición en la basílica, el cuerpo no será colocado sobre un catafalco ni acompañado del báculo.
En la tercera estación, correspondiente al entierro, se elimina la antigua tradición de los tres féretros y se contemplan nuevas posibilidades de sepultura fuera de la basílica vaticana. De hecho, el propio Francisco expresó su deseo de ser enterrado en la basílica de Santa María la Mayor en Roma.
Finalmente, se sustituye el uso de títulos formales como “Romano Pontífice” por denominaciones más sencillas, en línea con los funerales de otros obispos. También se disuelve la Cámara Apostólica, aunque se mantiene la figura del camarlengo, quien sigue encargado de las funciones administrativas durante la Sede Vacante.
Estos cambios marcan un paso más en el estilo pastoral y humilde que ha caracterizado al pontificado de Francisco, enfocando el funeral papal como el de un pastor más que como el de un jefe de Estado.