Fue hace días y duele a los de Cuernavaca sobre todo. Padre de un excelente profesional como es el doctor Claudio Arturo Toledo Saavedra, Martín fue el Peter Pan de esta ciudad, eternamente joven finado en actitud y presencia. La última vez que compartimos con él fue en Los Arcos y siempre bien recordado don Moy. Estaba con su palomilla de siempre, tomándose el café como pretexto y las añoranzas de ley.
Lo vemos caminando por Galeana, Guerrero, saliendo por Hidalgo del Benedicto Ruiz, en la casa de la familia en Gutenberg. Era parte del corazón de Cuernavaca, de su mero centro. Lamentamos su pérdida, fue un multiplicador de amigos, hombre lleno de simpatía y también decisivo si de defender la causa se trataba. Un tipazo Martín Toledo. Dejamos un abrazo fuerte y sincero a su familia, a todos. Martín fue especial, nunca pasó desapercibido, llamaba la atención, era uno de los personajes con sello de origen, propio. Descanse en Paz.
¿Día de la Prensa?
Mañana es 7 de junio y en el calendario nacional de la cosa pública se dice que es “Día de la Libertad de Expresión”. Hace más de 30 años los reporteros lo esperábamos con gusto y se hacía la discusión sobre quiénes hablarían, de qué tamaño el discurso y el tema central. Eran los 15 minutos de fama y había que aprovecharlo. Los directores de los medios de entonces se disputaban flanquear al gobernador, así fuera el sátrapa Bejarano o el reconocido Lauro Ortega. Alabanzas por seguidillas, algún pequeño reproche y a pedir, pedir y pedir, esa era la constante.
Años atrás en una de esas peticiones se les otorgó La Casa del Periodista en la avenida Morelos Sur a aquella generación de veteranos como don Pepe Gutiérrez y los hermanos García Bueno. Una casa estilo Cuernavaca, con un jardín hacia abajo que topaba con una palapa y una alberca enorme. Sería para los periodistas de entonces, los de hoy y de mañana. Sin duda, don Felipe Rivera Crespo se portó aparentemente generoso con el gremio. Les hicieron entrega pero nunca las escrituras. Es más, no sabemos si alguna ocasión celebraron algún evento ahí. A la llegada de Bejarano, un año después la cedió, la prestó o la regaló por sus tanates a un grupo de amigos.
¿Y qué creen? Pusieron un periódico y muchos ahí iniciamos. ¿Era la casa de quién? No del gobernador, seguramente un cachito de cada morelense. No pasó nada. Flagrante y los periodistas de la época no dijeron ni pío. Por ahí están orígenes un mucho turbios. Ya será.
Los sietes de junio las reuniones previas, los formatos, los discursos mandados pedir por los gobernadores para saber que dirían los periodistas. ¡Cuánta libertad! Pero las convivencias sensacionales, a todos los gustos, unas cuantas o hasta ver la luz el día siguiente. Hubo sietes de junio épicos, no en los eventos oficiales, fuera de ellos, ya con la banda de reporteros, fiestas donde no había rangos ni nada, parejitos, todos iguales, hasta los que no estaban ebrios.
Ahí, en casa del famoso “Estropajo” Bolaños –Víctor Hugo, de segundo apellido Martínez, una auténtica pesadilla en esos años de finales de los ochentas-. Decían los colegas que era de los ricos del gremio, porque donde vivía –que era de sus padres—tenía habitaciones que circundaban un hermoso jardín y una deliciosa alberca. Ya imaginarán ahí a más de 60 reporteros y una que otra compañera. Apareció por ahí un director de pequeño diario y le pidieron que dejara asentadas algunas palabras, le ayudaron en una silla alta, se subió y comenzó a hablar. De pronto, un reportero de su medio, que además recibió ese día un premio estatal, se le acercó con la copa llena en una combinación de brandy y coca cola –tenemos el sabor todavía—y ¡zaz!, que lo baña casi por completo.
Mientras algunos reclamaban a su colega la acción inesperada, para limpiarse otros le acercaban servilletas. Se esperaba la reacción, que no hubo. El bañado siguió hablando y poco después huyó de la pachanga. Era el tema entre la banda de reporteros. Días después le preguntamos al buen periodista Efraín Vega Giles, tomándonos un refresco bajo el árbol contiguo al Clarín, que qué había pasado. Educado como pocos, el Efra dijo que estaba muy contento y vino a su cabeza cuando un entrenador ganaba un campeonato en el fut americano, que lo bañaban con la hielera. “Y lo único que tenía era el contenido de la cuba”. Comenzó el que escribe a reir y Efraín tardó un poco para unirse, porque en ese momento los que estaban alrededor hacían estruendosa y general carcajada.
Y seguimos chambeando hasta un día de diciembre de 1994. Ese sí que fue un buen 7 de junio, más allá de la bañada inmisericorde porque “El Estropajo” logró juntar al 90% de los colegas que trabajan para hacer diario las emisiones en tinta, en televisión o en la radio. Inolvidable.
Habrá oportunidad de hablar del sucio origen de este 7 de junio y del término “Día de la Libertad de Prensa”. Diría el finado Chucho Capistrán: “Como me Río de Janeiro”.