El rostro de Víctor Enrique Castro Sánchez revelaba impotencia, pero a la vez felicidad, y es que no pudo contener el llanto cuando el juez redactor de su sentencia, dijo las palabras que para él fueron un remanso de paz: “Queda libre por falta de elementos”.
El enojo seguramente era por el tiempo que estuvo encarcelado y la alegría, sin lugar a dudas, fue porque quedó libre.
En el expediente JO/022/2013 se señala que la mañana del 24 de febrero, cuatro sujetos llegaron a bordo de un automóvil tipo Golf, de la marca Volkswagen, a la base de la Ruta 11 en la colonia Santa Úrsula, municipio de Temixco, y de inmediato el encargado del lugar trató de entregarles el dinero, pero los tipos le dijeron que no iban a robar sino que su propósito era llevarse con ellos a Cristián “N”, hijo de un concesionario de la ruta.
La negociación duró varios días y el joven fue liberado, bajo previo pago, aunque sólo se dijo que la exigencia de los secuestradores fue de tres millones de pesos.
La sospecha sobre Víctor venía del padre de la víctima, quien lo denunció ante la Fiscalía Especializada en Secuestros, pues dijo que éste trabajó para él y tuvieron problemas.
Días después el hombre fue detenido cuando salía de su domicilio, mediante un operativo instrumentado por la Policía Ministerial afuera de su domicilio.
En la resolución, dictada por unanimidad, los jueces coincidieron que la Fiscalía “no logró acreditar el hecho delictivo y que basó su imputación en una simple sospecha”.
Y es que ahí mismo se mencionó que el padre de la víctima y el agraviado no acudieron a comparecer en el juicio oral, ni tampoco otros testigos que fueron anunciados con anterioridad por el agente del Ministerio Público.
“Hay vicios, pues la Fiscalía quiere integrar como prueba una confronta de fotografías, pero estaba inducida, pues una de las fotografías tenía el nombre del imputado”, señalaron los jueces en la resolución.
Además refiere que el padre (quien denunció el secuestro a nombre de su hijo) cayó en imprecisiones, pues afirmó ante el Ministerio Público que recibió cuatro llamadas a su teléfono celular, cuando en realidad fueron siete, pues así lo reveló una prueba pericial que se aportó en el transcurso del juicio.
“Hubo muchas inconsistencias, pues no se demostró nunca el delito, pues la víctima y su padre no comparecieron en el juicio”, sostenía el juez.
El hombre desde que inició la audiencia tenía un rostro adusto, pues era un hecho que estaba en total incertidumbre, pero su abogado con una palmada en el hombro le infundía ánimos, pues en un lenguaje coloquial le repitió varias veces que en su juicio no había pruebas que lo inculparan.
No fue hasta que oyó las palabras “Queda absuelto”, cuando el sentenciado no aguantó más, apretó los puños, miró hacia atrás y sus lágrimas se derramaron, pero el enojo aún se apreciaba en su cara, aunque no faltó quien dijera que lloraba de alegría.
Los custodios se acercaron, le pusieron las esposas, mientras que buscaba entre el público algún conocido, sólo para mostrarle su pulgar derecho, como diciendo: “Ya ganamos”.