Luego del impacto del huracán Otis en Guerrero, México activó el cobro del Bono Catastrófico (Catbond) que emitió en 2020 a través del Banco Mundial (BM) por un total de 485 millones de dólares para cubrir riesgos asociados a desastres naturales.
Lo anterior, fue confirmado por el área de Comunicación Social de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).
La emisión del bono catastrófico se dividió en cuatro categorías distintas, cada una destinada a proporcionar cobertura contra pérdidas causadas por sismos de diferentes magnitudes, así como ciclones tropicales provenientes tanto del Atlántico como del Pacífico.
“Los bonos catastróficos son parte de la estrategia para fortalecer la resiliencia de las finanzas públicas ante eventos extraordinarios”, sostuvo Hacienda, aunque no precisó que cantidad de la cobertura podría recibir México.
México, un país altamente vulnerable a peligros naturales, enfrenta amenazas como huracanes, tormentas, inundaciones, sismos y erupciones volcánicas, que afectan a más del 40 por ciento de su territorio y a aproximadamente un tercio de su población.
En términos económicos, alrededor del 30 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) del país se considera vulnerable a tres o más tipos de peligros naturales, y el 71 por ciento está expuesto a dos o más.
Estos pagos serán realizados por el Banco Internacional para la Reconstrucción y Fomento (BIRF), cooperativa integrante del BM, a través de la intermediación de Swiss Reinsurance Company Ltd y Agroasemex, S.A.
El proceso de emisión del bono catastrófico se ajusta al programa de notas de "capital de riesgo" del BIRF, que permite a los países en desarrollo transferir riesgos relacionados con desastres naturales a los mercados de capitales.
Además, esta emisión se considera "sustentable", ya que los recursos se destinarán a programas que cumplen con los criterios internacionales de "ESG", lo que implica un enfoque en la lucha contra el cambio climático, la responsabilidad social y mejoras en la gobernanza de los programas.
Este no es el primer bono catastrófico que México emite; en 2006, se convirtió en el pionero al hacerlo. Desde entonces, ha emitido bonos catastróficos adicionales en 2009, 2012, 2017 y 2018, utilizando diferentes programas del Banco Mundial, como parte de su estrategia de protección contra riesgos naturales.