El escritor anunció al final de la marcha que a partir de este miércoles se instaló en plantón a las puertas del Palacio de Gobierno, y dio como plazo hasta el 13 de abril a los gobiernos federal y estatal para que presenten a los culpables del asesinato de su hijo Juan Francisco Sicilia Ortega y de las otras seis personas cuyos cuerpos fueron encontrados en un vehículo el pasado 28 de marzo en el fraccionamiento las Brisas de Temixco.
“No más sangre”, “ni un hijo muerto más”, “no más feminicidios”, “basta ya”, “sino pueden que renuncien”, “queremos educación, no ejecución”, fueron algunas de las consignas que gritaron a voces y mostraron en lonas y pancartas niños, jóvenes, adultos y ancianos en el recorrido que inició poco después de las 17 horas y que siguió una ruta hacia el centro de esta ciudad, por avenidas que de manera simbólica, mostraban en el piso siluetas de cuerpos, de personas “caídas”.
En medio de una intensa cobertura de medios de comunicación locales, nacionales e incluso de cadenas internacionales, en la primera parada del trayecto, el escritor que -se mostró sumamente conmovido- hizo su primera intervención, a las puertas de la Vigésima Cuarta Zona Militar.
“Ustedes han sido los custodios de la paz de la nación. Por ello, nunca habríamos querido verlos fuera de sus cuarteles más que para repeler una invasión extranjera o para ayudarnos, como lo han hecho siempre (…), ahora los han sacado para combatir lo que a las policías les pertenece”.
De manera sensible apeló a los militares a considerar que para la milicia tampoco esta estrategia sería la mejor: “No los queríamos allí, pero allí los han puesto, provocando con ello una escalada en la violencia al incitar al crimen organizado a enfrentarse con ustedes con armas más poderosas”.
Pidió que en esta lucha se respeten los derechos humanos, al sostener que “bajo el peso de los casi 40 mil muertos que llevamos a nuestras espaldas, en medio de las mal llamadas bajas colaterales que su intervención en esta guerra han producido… nuestros muertos, los muertos que llevamos todos en nuestro corazón, esos muertos nos duelen, recuérdenlo bien, no son bajas colaterales, no son cifras, no son números en un expediente, no son abstracciones. Son seres humanos con un nombre, una historia, un rostro y sueños.
Recuerden también que detrás de cada una de esas vidas segadas hay padres, madres, hermanos, familias que como la mía y la de los muchachos que murieron también asesinados al lado de mi hijo Juan Francisco el 27 de marzo, están amputadas y no podrán ya ser las mismas…”
“Muchos de los asesinatos que hoy dañan a la nación de manera terrible en nuestros hijos e hijas, provienen de la deserción de sus filas. La crueldad con las que esos desertores actúan tienen un origen que debe ser revisado cuidadosamente y sanado dentro de sus instituciones para que la deserción no se repita ni los códigos de honor que deben ser parte de la educación de las fuerzas armadas no se traicionen nunca ni en ninguna situación”.
Se requiere de buenos policías, buenos fiscales…
La caminata prosiguió en un contingente que fue creciendo a su paso por las principales calles de esta ciudad. El segundo punto fue el de las instalaciones de la Procuraduría General de Justicia del Estado.
Ahí, Sicilia aseveró que uno de los males fundamentales que tiene sumida a la nación en el dolor, en la muerte en la desconfianza y la incertidumbre es la falta de una verdadera y sólida procuración de justicia y la corrupción que desde hace mucho tiempo se ha instalado en el corazón de sus instituciones.
Aseveró que “no sólo la mayoría de los casos quedan sin resolver y se archivan, como si los sufrimientos y los agravios de seres humanos fueran solo eso, casos, no vidas humilladas, que piden las restitución de una dignidad perdida o arrebatada, sino que muchas veces también los asesinos que arrancan la vida de nuestros hijos salen de sus propias filas. Así lo expresó hace unos días el propio procurador de justicia de Morelos cuando en relación a la muerte de mi Juanelo, de Luis, de Julio y de Gabo, definió a los asesinos como personal que estuvo involucrado en instituciones públicas y que pueden ser policías, agentes ministeriales o militares, para luego desdecirse por temor o compromisos con lo políticamente correcto”.
Dijo que es de todos sabido que en estos tiempos “no es fácil ser un buen policía, un buen juez, un buen abogado, un buen fiscal. Sin embargo no tenemos otra opción. Si no tenemos policías, jueves, abogados y fiscales honestos, valerosos y eficientes; si se rinden al crimen y a la corrupción están condenando al país a la ignominia más desesperante y atroz.
Llamó al procurador de Morelos y a los de todos los estados, “de cada rincón del país, policías y miembros de los ministerios públicos que cumplan con la justicia que no han procurado y que hoy les reclamamos. Sólo así tendrán de nuevo nuestra confianza y sabremos que no nos encontramos solos e inermes como hasta ahora”.
Añadió que “el dolor que nos ha hecho salir a las calles no debe servir para sembrar el odio y fomentar el crimen sino para encontrar el amor, la paz, la justicia que perdimos. Cumplan con su trabajo dignamente”.
Algunos de los manifestantes, la mayoría vestidos de blanco o con camisetas rojas y flores de ambos colores, gritaron con furia y aplaudieron con entusiasmo esta exigencia.
Algunos cantando, otros corriendo, otros con caracterizaciones de víctimas de la violencia, con el cuerpo o la cara pintada, simulando heridas y sangre en el rostro, otros mas con figuras de cartón y de barro en clara alusión a las víctimas de la violencia, siguieron la marcha hasta el centro de la ciudad, la Plaza de Armas o plaza “Emiliano Zapata” colmada, copada a tal grado que no cupo el contingente completo, que tardaba hasta 32 minutos en pasar desde su inicio al fin. Según los organizadores, se reunieron más de 30 mil manifestantes. Conforme a los reportes oficiales de corporaciones policíacas eran 12 mil los participantes.
Ya en el zócalo, frente a la ofrenda que se instaló desde el lunes 28 de marzo, Javier Sicilia de nuevo lanzó su mensaje: “Los espantosos asesinatos de mi hijo Juan Francisco Sicilia Ortega, de Luis Antonio y Julio César Romero Jaime, y de Gabriel Alejo Escalera han llenado de indignación y de dolor a la ciudadanía de Morelos y de la nación entera. Sus nombres, sus historias y sus sueños destrozados, que el amor de la ciudadanía sacó a la luz publica, ha hecho posible que se pusiera también nombre, historias y sueños a los otros miles de muchachos asesinados y criminalizados por la violencia que se ha apoderado del país de sus instituciones y de la imaginación del narcotráfico y de esas mal llamada clase política.
“Hasta antes de ellos, con algunas excepciones, esos muertos eran, como lo dije delante de la casa del Ejército y de la justicia, simples cifras, simples abstracciones, bajas colaterales o criminales “escorias”, como estúpidamente se les ha llamado. A partir de ellos, esas cifras son lo que siempre han sido y siempre deberán ser: vidas humanas cegadas y familias destrozadas, dolor que día tras día se ha ido acumulado en los corazones de todos los ciudadanos de este país. Juan Francisco Sicilia Ortega, Luis Antonio y Julio César Romero Jaime, Gabriel Alejo Escalera, no sólo son desde que los encontramos asesinados el nombre de todos esos muertos anónimos cuyos casos se encuentran en los archivos de las procuradurías y del Ejército y en la desmemoria de nuestros gobernantes, son también el nombre de nuestros muchachos vivos, de nuestra juventud que corre el mismo peligro y a quienes no estamos dándole la vida que merecen. Porque mientras los pocos muchachos –cada vez menos- que puedan alcanzar un alto nivel educativo, carecen empleo, son subcontratados o subpagados y están en peligro de ser asesinados como fueron asesinados nuestros hijos, los muchos otros que no pueden siquiera acceder a la educación y a la cultura, ni siquiera a un empleo subpagado, se encuentran a la deriva, con el horizonte roto, seres humanos que están o pueden ser reclutados por el crimen organizado para matar y terminar también asesinados”.
“No hablo de un fatalidad. Es lo que hemos construido con la corrupción de las instituciones, con el desgarramiento del tejido social, con la mezquindad de los pleitos y los interés políticos que sólo buscan enriquecerse con la desgracia, el temor y la simulación; eso es lo que hemos construido cuando decidimos desalojar las virtudes de la educación y decidimos que sólo el dinero, la producción desmesurada, la competencia y el consumo sin límites serían nuestros dioses; eso es lo que hemos construido cuando hicimos del egoísmo y del enriquecimiento una virtud y arrojamos las riquezas de la cultura, de la educación, de la amistad, de la convivencia y de la solidaridad al terreno de las cosas inútiles”
Insistió en que “cuando los criminales, a fuerza de impunidad, han perdido sus códigos de honor; cuando, por lo mismo, deben vivir de lo que los católicos llamamos la esperanza Dios, porque los gobernantes y los empresarios no pueden darle ya sus compatriotas una esperanza humana, que es la sombra de la esperanza de Dios, cuando esto sucede , y es lo que está sucediendo, es señal de que empezamos a habitar en el infierno”.
Otras víctimas
En la marcha participaron también representantes de otras entidades y organizaciones de quienes han sido víctimas de la violencia y la impunidad. Entre ellos, padres y madres, hermanas, hijos de mujeres muertas en Ciudad Juárez, de los menores muertos en la guardería ABC de Sonora. Olga Lidia Reyes, hermana de quien fuera activista social, Josefina Reyes Salazar, asesinada junto con sus familiares en Ciudad Juárez, expresó: “tenemos seis muertes pendientes que las autoridades de Ciudad Juárez ni en Chihuahua nos han esclarecido, mi hermana siempre fue activista y le matan a un hijo de ella, después le matan a un hermano de ella el mismo año y posteriormente secuestran a mis dos hermanas y al esposo de una de ellas y nos los entregaron muertos, (…) por eso venimos porque ya no es justo tantas muertes que hay en México con tanta impunidad, nos sumamos al llamado que se está haciendo, si no pueden hacer su trabajo mejor que renuncien, y dejen el puesto para alguien que en verdad pueda”.
La manifestación cerró con cinco minutos de silencio, en el que la multitud se rodeó de un silencio estremecedor que expresó el respeto, el dolor y la indignación de tantos muertos, de tanta violencia.
Artistas intelectuales, científicos, funcionarios… de todo
En la marcha fue notoria la diversidad, lo mismo caminaban líderes de cámaras empresariales, que de sindicatos, organizaciones sociales, artistas, intelectuales o estudiantes, que políticos de diversas fuerzas, funcionarios estatales, que científicos.
Todos coincidieron en la necesidad de fortalecer la participación social y de utilizar el derecho a la manifestación.
Tal es el caso de los científicos, que usualmente no son vistos en manifestaciones, o protestas de esta naturaleza. El presidente de la Academia de Ciencias de Morelos, Antonio del Río -quien a título personal- opinó que esta fue una forma de hacer uso del derecho a expresarse. “Bueno, porque nos está tocando a todos nosotros lo que está pasando en Morelos, no es que nos pase a la familia o a un conocido sino que nos está pasando a todos, eso es lo grave, una política que no nos está dando a todos de comer. Necesitamos tener las principales necesidades satisfechas para poder luchar contra cualquier otra cosa”.
“Necesitamos alzar la voz todo el tiempo desde todos los puntos de vista, necesitamos ser escuchados y hacernos escuchar, hacer que nuestras ideas permeen no sólo a los científicos… todos, como lo he dicho el conocimiento tradicional debe amalgamarse con el conocimiento que tiene cualquier otra persona y entonces podemos hacer una sociedad diferente. Salir a la calle no es una opción, es un derecho de manifestarnos, esta no es una manifestación del investigador, del escritor del periodista… es de todos nosotros”.
1 comentario
Hey
QUe triste yo vivo en usa mi esposa es americana y yo… Compartelo!