A unos cuantos días de haber terminado el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, surge una pregunta inevitable: ¿Qué tan buena o mala fue su política exterior durante este sexenio? Mientras algunos analistas, a menudo provenientes de una comentocracia que solía recurrir al alarmismo y a casos hipotéticos extremos cada vez que surgía la más mínima tensión en las relaciones diplomáticas de México, hoy podemos hacer un ejercicio crítico, tratando de explicar y entender cómo se desarrolló la política exterior de México durante este periodo.
Desde el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, ya se anticipaba cómo se manejaría la política exterior, centrada en la relación con los Estados Unidos y, en menor medida, con los países y gobiernos de América Latina. La recuperación de los principios básicos de política exterior, enmarcados en el artículo 89 de la Constitución, fracción 10, buscaba mantener una postura de neutralidad frente a los grandes acontecimientos internacionales que ocurrieron durante la administración de López Obrador. Esta neutralidad, sin embargo, limitó el margen de maniobra de México frente a los Estados Unidos.
Para ilustrar esto, consideremos dos ejemplos: la invasión de Rusia a Ucrania y el conflicto entre Israel y Palestina. En el primer caso, México adoptó una postura que algunos analistas y algunos sectores consideraron ambigua. Aunque condenó la invasión, no se sumó a las sanciones económicas impuestas por muchos otros países como la Unión Europea (UE). En el caso del conflicto Israel-Palestina, México mantuvo una postura de neutralidad, abogando por una solución pacífica y negociada, pero sin tomar medidas concretas que pudieran influir en el curso del conflicto.
Para ejemplificar aún más la presión impositiva de EE. UU. a la política exterior de México, está el caso de China, ya que la relación con China se mantuvo pragmática, enfocada en el comercio y la inversión. México buscó atraer inversión china en infraestructura y tecnología. Sin embargo, también se mantuvo cautela para no alienar a Estados Unidos.
En el caso de América Latina, se buscó fortalecer la cooperación regional y se priorizaron las relaciones con países latinoamericanos. Se enfocó en la integración económica y en replicar el modelo de apoyo a programas sociales. Un ejemplo fue el programa “Sembrando Vida”, que se extendió a países como El Salvador y Honduras para combatir las causas de la migración. Otro acto notable de la política exterior de México fue otorgar asilo al expresidente de Bolivia, Evo Morales, tras su renuncia forzada en 2019. Esta acción subrayó el compromiso de México con los principios de no intervención y asilo político, aunque también generó críticas tanto internas como externas. En su último año aconteció un evento que en efecto causó tensión y controversia entre la comunidad internacional de países. El incidente ocurrió el 7 de abril de 2024, cuando la policía ecuatoriana irrumpió en la embajada mexicana en Quito, lesionando al personal diplomático y aprehendiendo al exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas, quien se refugiaba en el edificio en búsqueda de asilo diplomático. En respuesta, el gobierno de México rompió relaciones diplomáticas con Ecuador, calificando la acción como una “violación flagrante al derecho internacional y a la soberanía mexicana”.
Con lo anterior podemos concluir que la política exterior de México durante el sexenio de López Obrador se caracterizó por una búsqueda de neutralidad, de fortalecimiento y reacción con los países de América Latina, así como una relación estrecha y reiterativa con Estados Unidos, aunque esto a veces resultó en una limitada capacidad de acción en el ámbito internacional.
Eric Andrés Villalobos Zaragoza
Universidad Autónoma del Estado de Morelos