Temoac.- Rosalba comienza a trabajar a las tres de la madrugada. Ella es la cuarta generación de los Galván que se dedica a la elaboración de dulces tradicionales con amaranto, tradición que comenzó su bisabuelo Rosendo Galván.
Ella, como la mayoría de las familias de Huazulco, municipio de Temoac, producen la dulce artesanía que paulatinamente se ha convertido en producto reconocido y enfrentan problemas comunes, como la falta de sitios de almacenamiento, que de tenerlos les posibilitaría elevar la producción hasta niveles de exportación.
Por ello, el pequeño taller que Rosalba Galván Caporal y su esposo Marcelo vende toda su mercancía a intermediarios en mercados de la Ciudad de México, como los de La Merced y La Villa.
Otros talleres de dulces típicos, como algunos fabricantes de obleas, se ven atados a un solo comprador, que es el mismo que les vende el insumo básico, la harina de trigo.
Ese cliente-proveedorl les fija el costo de la harina y decide con los artesanos el precio que pagará por el producto terminado.
Humberto Sandoval Zamora, dirigente de la Central Campesina Cardenista (CCC) -la organización a la que pertenecen diversos productores agrícolas de jitomate, sorgo y de amaranto de la región y fabricantes de dulces- expuso que se ha solicitado apoyo a la Secretaría de Economía y Trabajo para contar con un centro de almacenamiento, y otros apoyos que permitan elevar la producción, conservar los productos y comercializarlos directamente y con un mejor precio.
Destacó que se ha pedido ayuda a dicha instancia para realizar los pasos necesarios y que muchos de los talleres o microempresas dedicadas a los dulces cumplan con las normas de etiquetado y otros certificados que abran las puertas a la ven en tiendas de autoservicio de alcance nacional e internacional.
En muchos de los casos, los productores morelenses son maquiladores de dulces que los intermediarios solo etiquetan, modifican algún elemento en la presentación y exportan.
Otra de las demandas a dicha instancia gubernamental es la de aplicar la innovación y tecnología que baje sus costos de producción, como el uso de fotoceldas de energía solar con apoyos financieros para reducir el consumo de energía eléctrica en los talleres familiares o microempresas.
Rosalba Galván explicó que ha tenido mucha demanda la venta de alegrías, cuya variedad enriquecen al agregar (a pedido del cliente) sabores naturales, cereales como el trigo inflado, pasas, nuez o chocolate, pero no pueden responder al crecimiento de la demanda por su actual capacidad de producción y almacenamiento, muy limitada.
El producto ha tenido más auge (casi se ha puesto de moda) con la cultura de consumo de dulces saludables, sin conservadores: “nuestro producto desde que se cultiva es natural, fertilizamos con guano todavía, (eso) garantiza que el grano reviente al calentar”.
Además, destacó que cada día se conocen más los beneficios del amaranto, pues (dijo) contiene proteínas, equivalentes a la carne, vitaminas A, B12, entre otros nutrientes, que incluso generan mayor sensación de satisfacción, con baja aportación de calorías si se utiliza sin endulzantes.
La microempresa de Rosalba, llamada “Dieguito” y en la que trabajan directamente más de 30 personas, podría exportar como lo hacen sus compradores y otros empresarios a Estados Unidos, España, y Centroamérica.
“Nos hace falta maquinaria para crecer nuestra producción, necesitamos bodegas dónde poner nuestro producto, y ver qué podemos hacer porque nuestro cliente al que le vendemos hace todo lo de la etiqueta y lo vende en Nueva York, algunas ciudades de España y El Salvador”.
Refirió que otra de las complicaciones, es el alza en insumos como el costo del azúcar. Hace cuatro años el bulto de 50 kilos de azúcar subió a 800 pesos, es decir el doble, más otros costos como el gas.