Fernanda no quería entrar a la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM). En la escuela particular donde estudió la preparatoria había estudios superiores y había conseguido que le dispensaran la inscripción, con posibilidad de obtener una beca.
Insistí en que comprara una ficha para ingresar a la UAEM, se la compré yo, también le pagué un curso para que se preparara para el examen, pero me dijo que no lo necesitaba porque iba a entrar a la universidad privada: me ayudarían con la colegiatura sus abuelos y sus tíos abuelos.
Con bastante frecuencia le platicaba sobe mi estancia en Ciudad Universitaria, en la Ciudad de México, en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la posibilidad de que en la universidad púbica pudiera seguir estudiando un posgrado, becada; o incluso estudiar en el extranjero: “¡OH Universidad! Escucha con qué ardor. Entonan hoy tus hijos. Este himno en tu honor”, le cantaba. Pero me decía que ella iba a estudiar en la universidad particular donde había acabado la preparatoria, y varias veces me dejó hablando solo.
Un día antes del examen le recordé que teníamos que estar en las instalaciones de la preparatoria número 2, en la calle Otilio Montaño, en Altavista, a las 7 de la mañana en punto. Me colgó.
El sábado a las 6:20 estaba yo hablándole por teléfono para que saliéramos al examen, tenía el coche prendido. Salimos 5 minutos antes de la 7, yo iba muy enojado. Llegamos 15 minutos tarde. “Háblame cuando termines”, le dije en tono muy molesto, mientras le abría la portezuela frente a la prepa y casi la empujaba fuera del coche. De acuerdo con el programa, los exámenes terminarían a las 2:30 y a esa hora pasaría por ella. A la 1 de la tarde me llamó por teléfono:
-Ven por mí -yo pensé que le había pasado algo, que se había sentido mal.
-¿Estás bien? ¿Qué tienes?
-Nada, ya acabé.
Se me hizo una bola dentro del estómago y un nudo en el gañote: no pudo con el examen y ya no quiso seguir perdiendo el tiempo, además de que ya estaba inscrita en la particular. Y me encaminé hacia la prepa.
No dependas de nada ni de nadie; busca algo que te llene más que el dinero o las cosas materiales. No regresas a casa sin haberte sorprendido por algo que pasó en la calle o en tu trabajo. Ayuda a la gente sin que nadie te vea. Esas eran mis verdades que le repetía con frecuencia. Depender de un dinero que aportarían otras personas para continuar la universidad era algo que a mí nunca me gustó: “Se van a enojar contigo y van a dejar de aportar para las colegiaturas; el que va a pagar todo soy yo, si es que tengo para pagar… Te van a chantajear con eso, no te los vas a quitar de encima, ya sabes cómo son”. Las repuestas de Fernanda eran: no va a ocurrir eso, prometieron a mi mamá que me darían una carrera; me pongo a trabajar; búscate un trabajo donde te paguen lo que sabes, dominas muchos oficios y te pagan muy poco”.
Llegué a las instalaciones de la preparatoria y ya me estaba esperando. Abrí la puerta y subió. Arranqué de regreso al centro.
-¿Cómo te fue en el examen?
-Estuvo muy fácil y acabé pronto. Tengo hambre; no desayuné nada no me dio tiempo, llévame a comer, por favor.
Del encabronamiento pasé a la a frustración, después a la resignación: “Valió madre”, dije para mí.
Fuimos a almorzar al centro y luego la lleve a casa. Mi enojo había desaparecido, tendría que comenzar a planear ahorros extra para continuar pagando colegiaturas en esa pinche universidad patito.
Estaba fuera de México el día que me llamó, era un domingo, día del padre.
-Te llamó para felicitarte por ser día del padre. Me hubiera gustado mucho que fuéramos a desayunar o a comer, pero cuando regreses te invito. Te compré una playera que te va a gustar mucho y te la daré cuando regreses. También quiero decirte que me dieron mis resultados en la UAEM y pasé el examen.
Las últimas palabras me alegraron la vida y le canté: “¡OH Universidad! Escucha con qué ardor. Entonan hoy tus hijos. Este himno en tu honor”, que no es el inicio del himno de la UAEM pero sí el de la UNAM.
Le desee felicidades y le dije que era uno de los regalos más grandes que me había dado; que su madre se hubiera sentido muy orgullosa, como yo, de este logró.
De regreso de mi viaje la invité a comer y ahí tuve la oportunidad de pedirle me disculpara por haber desconfiado de ella: no creí que pasara ese examen, no creí en ella. Me disculpó.
Fernanda estaba encantada en la carrera de Ciencias de la comunicación; me presumió su temario y la llevé a su primer día de clases, como desde que comenzó a ir al kínder.
Pronto entrará al cuarto semestre de la carrera y está encantada. Se ha peleado varias veces con los maestros, con los abuelos y con los abuelos tíos, que le dejaron de dar mesada; quiere rentar un departamento para vivir sola, colabora como editora en un portal de noticias, tiene la fuente de la universidad y cubre marchas en favor de las mujeres y de la comunidad lesbicogay.
De acuerdo con información publicada en el portal de La Unión de Morelos, el sábado 22 y domingo 23 de agosto se estaría aplicando el examen de admisión para nivel superior en la Universidad Autónoma del estado de Morelos (UAEM). Con la puesta en marcha de protocolos de seguridad por el coronavirus, 13 mil 780 aspirantes presentarían la prueba y sólo hay espacio para 7 mil 545 alumnos.