Trabajar de sol a sol en las calles no cualquiera lo resiste, más en esta ciudad en donde las épocas de calor han llegado a 40 grados Celsius, o cuando se necesita realizar labores policiacas como detener o someter a algún delincuente o prestar ayuda en estos ilícitos o desgracias o accidentes.
Marcelina García Perulero lleva realizando estas labores en las calles de Cuernavaca por más de 25 años. Ingresó a la Policía Vial de Cuernavaca, el 16 de enero del 1995.
Es policía adscrita a la Dirección General de la Policía Vial de la Secretaría de Seguridad Ciudadana del Municipio de Cuernavaca, Morelos.
En entrevista relató que nació en Acapulco, Guerrero, tiene tres hijos: el mayor es de 29 años, la segunda de 21 años y está estudiando la carrera de Derecho y la más pequeñita de 10 años y está en la primaria.
También dijo que le gusta correr y practicar zumba y la cocina. Tiene buena sazón con los mariscos; come sano, le gusta leer y las películas de drama y suspenso; cuando tiene vacaciones viaja al mar con sus hijas.
Marcelina estudió la preparatoria y la carrera técnica policial.
“Le ha dedicado toda mi vida a este noble trabajo que es la Policía de tránsito. Llevo 25 años de mi vida aquí y lo que me resta de tiempo lo dedico a mi hogar y a mi familia”.
“Siendo preferentemente un trabajo de hombres, para mí como mujer es mucho más difícil que para el hombre, aunque seamos policía. Hay hombres que no les gusta que una mujer les llame la atención o que les infraccione, pero lo más difícil es cuanto actuamos en un auxilio, porque no comparamos la fuerza de un hombre con la nuestra, y tratar de someter a un hombre es realmente difícil, pero por el amor a la camiseta siempre apoyamos en los auxilios”.
La carrera policial es de sacrificio, asegura. “Constantemente nos capacitan y nos privamos de la compañía familiar, ya que algunos cursos los hacemos internos en la academia y eso en mi situación es bastante difícil: soy madre soltera y dejar a mis hijos solos es difícil. A diferencia de otros años, ahora la Policía ahora si está siendo preparada constantemente y evaluada para continuar en este medio.
El trabajo de policía vial es importante, según Marcelina, porque regula las vialidades. La falta de cultura vial de los conductores deja en desventaja a los peatones, a los niños que salen de la escuela. La presencia policial es importante para inhibir la delincuencia: la presencia de un policía en un crucero ayuda a los ciudadanos. Los policías están en las calles para prestar auxilio, dar alguna información, para prevenir accidentes.
Una situación de mucho riesgo que ha enfrentado fue la del 19 de septiembre del 2017, el día del terremoto:
“Yo tenía a mis hijas en sus respectivas escuelas y estaba trabajando sin saber nada de ellas. Las llamadas no salían porque no había red, ningún transporte público estaba laborando y yo tenía que permanecer en mi trabajo con la incertidumbre. Fue horrible ese día y sentí que la vida se me iba”.
García Perulero relata que no todo es riesgo en su trabajo, también es satisfactorio cuando tienen la oportunidad de auxiliar o apoyar a personas en apuros.
“En este trabajo conoces a muchas personas y das gracias a Dios por su amistad, consejos y hasta ayuda. Y una de las cosas más bonitas es saludar a los niños que admiran a la Policía. ¡Eso sí es satisfactorio!”
Primero y único Otrosí. Cuando vi el documento sobre el parabrisas de mi auto, sostenido por la plumilla, adiviné qué era una infracción. Mi coche no estaba estacionado en lugar prohibido, tampoco me había pasado un alto durante el trayecto de mi casa al centro de Cuernavaca, ni había cometido una falta al reglamento de tránsito. Traté de leer cuál era el motivo de la infracción y no pude, la caligrafía del documento iba más allá de mis conocimientos sobre paleografía oriental y recordé los años que tuve que descifrar las respuestas a los exámenes de mis alumnos en la preparatoria y en la Universidad en la Ciudad de México.
Anduve con la boleta buscando a mis amigos reporteros para que me tradujeran o me dijeran quién hubiera podido haberme la infracción y nadie entendió la letra; luego escalé y me fui a buscar a los policías viales: menos, ahí no hay chivatos.
Los rasgos de la escritura en el documento eran como huellas de gaviota enferma sobre la arena, sólo se distinguía una palabra: “Perulero”. Pagué, con todo el dolor de mi corazón una infracción que yo no cometí.
Los meses pasaron. La fauna que habitamos el centro de Cuernavaca tarde que temprano nos encontramos frente a frente, y en una ocasión hubo tráfico intenso en la calle Guerrero por un accidente vial: había gran cantidad de policías y dos o tres mujeres de tránsito. Escuché entre el murmulló la palabra ”Perulero”, me fui acercando y vi quién era la oficial. Yo la había visto varias veces en el primer cuadro y en el mercado, dirigiendo el tráfico.
Al día siguiente fui a buscarla, estaba trabajando en el crucero Gutenberg y Galeana.
-Buenos días, oficial, sólo para reclamarle que hace dos o tres meses me puso una multa por una falta que no cometí.
La mujer no me contestó, se me quedó viendo de arriba bajo y avanzó para parar el tráfico de Galeana.
Antes de parar a las rutas con su silbato, le dije algo que seguramente no alcanzó a escuchar:
-Tiene usted letra de doctor con artritis.
A fuerza de andar todos los días por los mismos lugares, Marcelina García Perulero y yo nos fuimos saludando. Aunque no se me ha olvidado la infracción que me impuso la veo con respeto y le digo “Peru”, como le dicen sus amigos.
La he visto actuar en diferentes circunstancias, una de ellas durante el sismo del martes 19 de septiembre de 2019: a pesar de tener a su familia lejos, sin conocer si sus hijos estaban vivos o no, ella ayudaba junto con los demás policías, bomberos, rescatistas y ciudadanos.
Ese día nos cruzamos en una de las calles donde los días laborables nos saludamos con afecto. Nos topamos de frente sorprendidos aún por el terremoto, no nos hablamos, sólo nos vimos; ella iba llorando.