A veces parece, pero los escritores no somos un grupo étnico ni una secta, ni siquiera un equipo. De verdad, no es así. Sin embargo, sí, los escritores conocemos a más artistas como nosotros. ¿Qué tipo de relaciones hay entre autores?
Los escritores solemos conocernos en el camino: en la facultad, el café, la cantina, la librería o donde concurramos. Eso es tanto una casualidad como una elección, pero casi no nos encontramos en otros lugares: no coincidimos en el mercado ni en el colegio de los niños ni en un balneario.
Comúnmente, entre escritores se establecen relaciones tóxicas, es una penosa realidad. ¿Por qué es así? No hay una sola respuesta. Yo creo que estos elementos influyen bastante: a) somos personas sensibles, vastamente emocionales, b) provenimos de familias disfuncionales, c) lidiamos con un gran ego personal, no bien amaestrado, d) nos gustan los aplausos, e) muchos tienen celos profesionales, f) somos algo prepotentes, g) necesitamos mucha atención y h) pocos sabemos establecer vínculos afectivos saludables.
Esta mala relación personal o toxicidad se da entre escritores que son pareja o amantes o amigos o socios o conocidos, incluso familiares. Va parejo, como el mango de temporada.
Lo malo no solo es ahí. En lo laboral, pocas veces trabajamos en equipo, aunque participemos en un mismo propósito. Nos ponemos el pie, no nos ayudamos, estorbamos. A veces estamos en un cubículo y ni nos hablamos. O en una redacción y apenas nos miramos. O hacemos un proyecto en común, pero cada quien hace su parte y luego corre a su soledad.
Yo conozco a muchos autores por mi trabajo como editor y vendedor de libros. De otro modo, conocería a muy pocos. Siempre digo que los escritores no son mi público meta, además de que con pocos comparto otros intereses personales. Agradezco, sí, haber conocido hasta ahora a tantos, de quienes he aprendido mucho.
Sí hay buenas amistades entre escritores, pero son pocas y frágiles. Por temporadas puedo haberme jactado de haber sido amigo de tal o cual personaje de las letras, pero luego algo pasa que nos alejamos o me dejaron de hablar o yo a ellos y simplemente ya no nos frecuentarnos ni hacemos algo para remediarlo.
Antes, muchos escritores me caían gordísimos (mal, pésimo), porque, obvio, yo no había controlado mi ego. Ahora casi todos me son indiferentes, tanto por lo que hagan como por lo que digan. No se entienda la indiferencia como desprecio, sino como equilibrio. Ojalá yo les dé lo mismo.
Otra verdad fea como la pandemia es que muchos escritores hablan mal de otros. Los hay de todos tipos: quienes publican sus odios en prensa o libros; los que no escriben casi nada e insultan a los prolíficos diciendo pestes de ellos; los que andan de chismosos contando historias que ni saben bien; quienes no tienen vida, obra ni perro que les ladre y le tiran a lo que se mueva. Existen en cada ciudad y por lo común terminan siendo los apestados que nadie quiere ver en sus eventos y son bloqueados en masa de las redes sociales. Pobrecitos. Yo sé que hablan mucho porque desean comunicarse, pero no aprendieron a hacerlo de forma asertiva.
Los escritores no tenemos por qué caernos bien entre nosotros, no nos necesitamos para escribir o publicar de ningún modo (o no deberíamos), pero podemos intentar trabajar juntos en eventos, al menos, uno al lado del otro, como libros en librero, que no se llevan pero comparten el mismo ambiente.
Socialmente, tú lo sabes, no gozamos de un gran prestigio. Al escritor se le considera ególatra, vicioso, conflictivo, borracho, holgazán, parrandero, torpe; o, en el otro extremo, aislado, egoísta, elitista, lejano. No es un gremio fácil, se los aseguro, aunque sí tiene cosas maravillosas.
Las mejores relaciones se cultivan con respeto, siendo generosos en halagos (que además son ciertos, pues cada persona cuenta con algunas virtudes), actuando con profesionalismo, no dejándolos en visto, hablándoles de frente, apapachándolos un poco (no mucho), siendo honestos y honorables, como podríamos hacer con cualquier persona en nuestra vida.
Tengo pocos grandes amigos/as escritores/as, pero no diré sus nombres para no despertar envidias. De nada.