Antes, mucho antes de que el arte entrara a templos y palacios, que fuera instrumento de adoctrinamiento y poder, las obras poseían un halo de comunión doméstica e íntima, representación y alegoría, iconografía tribal, espejo y trascendencia. En esencia lo siguen portando.

No es la figuración una imitación, es la mirada que ubica y traduce, interpreta y ofrece a los otros el momento fugaz, perene. Ingrávida silueta de mujeres con cántaros, hombres y montañas, colinas, linderos, el océano se congela y sus olas nos miran. Todo y un breve instante que atrapa el pintor sobre el papel, este lo inunda de colores, sombras, volumen, la luz juega con las formas y hace un poema. Elementos invisibles que el pintor ve, traza entonces y toma arcilla en su pincel, el agua permea y ancla la mancha, abre el ventanal de la belleza.

Los pintores miran de mil maneras, el mismo espacio, figura y emoción la ven unos y otros también, cada uno diferente. El fervor nutre y la convicción impulsa, surge entonces la obra, cada una distinta, en esencia igual pues todas cumplen su misión cuando uno la mira, ya no hay artista, es la pintura una cima a la que arribamos para disfrutar el horizonte, la plenitud de la vida: la obra de arte.

Edgardo Coghlan es un pintor mexicano, sus obras no buscan la monumentalidad, pero la maestría con la que usa las tierras convertidas en tizas embardunadas en la crin mojada de los pinceles hace emerger obras magistrales, sobrias. Las acuarelas que creó son un pasado que es presente, el México que nunca se ha ido, un país limpio de empeños e ideologías. Ahí está pero no lo vemos: nuestra geografía, nosotros. Ríos, mares, montañas, casas y caminos, personajes que beben una naranja, que cortan un árbol, niños que se mecen en el mar, arquitectura abandonada, ruinas e iglesias, cielos, nubes y horizontes forman parte de sus obras.

La Posada del Tepozteco apuesta por olvidar acendrados estigmas para mirarnos como somos, hombres y mujeres plagados de tierra y sol, de barro y cielos abiertos, de una pródiga naturaleza que hoy merece ser vista con otros ojos, mirémonos y seamos.

Esta muestra de gabinete que inaugura el próximo viernes 23 de abril presenta treinta magistrales acuarelas y tres óleos del pintor sinaloense que el pasado 2020 cumplió veinticinco años de ausencia física. Pero su obra hoy es el mejor legado para un México que busca nuevos horizontes.

Observar esta exposición única nos hace cómplices de su visión. Son, además, obras que nunca se han exhibido.

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