Entre 1930 y 1950, el cine mexicano fungió como una herramienta ideológica al servicio del Estado, mediante la cual se buscó delimitar la mexicanidad y moralizar masivamente a la población para facilitar su integración a la modernidad. Como expone Humberto Domínguez Chávez, el cine, que suplió a la radio en la formación sentimental, se edificó como un medio de enseñanza y amoldamiento a la nueva vida de opresión que acarreaba la industrialización. Se trataba de un cine que imponía el modelo de la moral social dominante, con una versión oficial de la historia enlazada a la retórica oficial de los gobiernos de la revolución institucionalizada y al modelo socioeconómico del sistema político mexicano, que englobó la transición del Partido Nacional Revolucionario (PNR) al Partido de la Revolución Mexicana (PRM), ambos antecedentes del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Los temas del cine mexicano producían relaciones afectivas entre los espectadores y los personajes representados, que encarnaban estereotipos de una conducta social adecuada, así como los infortunios que podrían sucederles a aquellos que no participaran en el orden establecido. La producción cinematográfica conducía a la población a encontrar su identidad en el melodrama, a reconocerse y ser reconocidos en los relatos cinematográficos para reinventar el ambiente familiar y social con base en las acciones de los protagonistas.
El relato cinematográfico Los Olvidados, de Luis Buñuel, surge como un desafío a las idealizaciones del mundo urbano industrializado y a las proyecciones del mundo indigenista retratadas en películas como las de Emilio “El Indio” Fernández, Ismael Rodríguez y Roberto Gavaldón, las cuales buscaron delimitar y enlazar la mexicanidad a un barbarismo romántico que no solo exaltaba lo sublime de los paisajes, sino también una visión de las relaciones sociales y de pareja que configuraron estereotipos de la sociedad rural en un estado de guerra que, supuestamente, se aplacaría con la modernidad y el culto revolucionario institucionalizado.
Buñuel evoca a la cambiante sociedad rural desde lo más íntimo de sus personajes: sus sueños, deseos y experiencias en la gran urbe de la Ciudad de México, los cuales representan una conciencia política nula o trastocada por la represión y marginación social que surge como efecto de un pasado disfrazado de progreso. El surrealismo de la película trasciende fronteras que combinan elementos del mundo de los sueños y del contexto histórico para descomponer el discurso de la realidad impuesta y revelar la guerra del todos contra todos que se libraba en la periferia de la gran urbe.
En Los Olvidados se proyecta un espacio ideológicamente orientado que configura un mito cultural de la Ciudad de México distanciado de la versión oficial de la historia. Mediante el uso de técnicas de iconización se genera una estética surrealista que crea significados propios dentro del filme. Los personajes son una representación icónica de la sociedad mexicana sin conciencia de sus derechos y obligaciones. Son sujetos que viven entre la nostalgia del porfiriato, dentro de un sistema político fincado en una idea de soberanía nacional y el culto a un partido político.
La animalización de los personajes, la violencia, el exotismo mostrado en una sobreposición de imágenes con enfoques en los rostros de todos los personajes y las piernas de personajes mujeres en la película, corresponden a un factor onírico que lanza un desafío a lo moralmente establecido o permitido en los filmes producidos anteriormente.
Los olvidados son producto de una desintegración social derivada de la migración del mundo rural hacia la urbe moderna, que no puede terminar de establecerse debido a la falta de saberes histórico-políticos por parte de la población rural mexicana, representada en los personajes y sus acciones a partir de secuencias de planos.
En conclusión, desde la película de Buñuel se impone una visión social del arte que proyecta, a través del mundo de los sueños y la interioridad de los personajes, un nuevo mito cultural de los mexicanos y de la Ciudad de México.