Alfonso instaló una protección de acrílico en su vehículo.

El taxi que maneja Alfonso Buenrostro se distingue de otros vehículos porque en su interior lleva un protector de acrílico para evitar tener contacto directo con sus clientes.

El trabajador del volante contó que el año pasado se contagió de covid-19 y transmitió el virus a otros tres integrantes de su familia. Por eso, en diciembre de 2020 compró e instaló el acrílico para protegerse durante su jornada laboral, pues sospecha que se infectó por un cliente.

“Yo me contagié con el virus y creo que fue aquí en el taxi, porque la gente pide el servicio y no dice ‘vengo enferma’ o ‘en mi casa hay enfermos’, porque piensan que el chofer no hará el viaje. Por eso decidí comprar el protector y así los dos nos cuidamos”.

Para su protección contra el virus, Alfonso también impide a sus clientes que utilicen el asiento del copiloto y procura que en un servicio viajen máximo tres personas para mantener la distancia.

En lo que respecta a su labor, señaló que en los primeros ocho meses de contingencia sanitaria la demanda en el servicio de transporte bajó hasta en un 70 por ciento y con mucho esfuerzo reunía 200 pesos de ingresos diarios, cuando en años anteriores en una jornada de ocho horas obtenía más de 800 pesos.

Sin embargo -indicó- fue necesario solicitar préstamos de dinero porque sus hijos lo apoyaron con algunos gastos en la casa. Además, acordaron comprar sólo lo necesario y dejar sus lujos para cuando la situación económica mejore.

“No pedimos prestado pero dejamos de comprar ropa, zapatos y otras cosas personales. Decidimos que sólo compraríamos lo necesario para sobrevivir y así fue. Ahorita cada uno se va comprando sus cosas porque hay un poco más de dinero”.

El entrevistado refirió que en cinco años se jubilará, tras más de 20 años en el servicio.