Todo libro publicado en este país tiene un valor por su contenido, pero, más allá de eso, el terreno es fangoso. En México no hay un registro específico y generalizado para las ediciones, se publican libros desde diversas trincheras, algunos con ISBN nacionales o extranjeros, varios son inscritos por los autores ante el Indautor, pero la mayoría carece de cualquier tipo de registro, aunque sean buenos o se vendan mucho. Hace años, incluso, se eliminó la obligación de decir el tiraje del libro, se dejó a la imaginación…
Por otro lado, la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) indica varias cosas que deberían hacerse, pero, a su vez, no existe en México ninguna entidad que regule absolutamente nada en cuanto a publicación y comercio de libros. Metafóricamente, los libros (sin importar quién los haga) navegan a la deriva y solo les da dirección quien se empeñe en ello. Continúo con algunos argumentos:
la Caniem es privada y es considerada una cámara industrial solo encargada de sus agremiados (la mayoría de editores en México no son miembros)
el FCE es gubernamental y produce algunos títulos por año con dignidad, pero no regula nada
Educal distribuye libros sin ton ni son y no siempre paga en tiempo
la Secretaría de Cultura federal hace poco además de regalar libros (y qué bueno)
ISBN es una agencia privada (o semipública) que otorga números, pero no tiene un banco de datos consultable ni resuelven controversias (porque ni existen)
el Indautor apenas puede con su labor de registro (importante función), que comercial ni académicamente significa nada
la SEP no tiene idea de nada más allá de la Conaliteg
por alguna razón que aún se ignora, Conacyt y otras instancias eligieron el ISBN (un asunto comercial) para medir la productividad de los investigadores (asunto académico)
el Ejecutivo Federal impulsa la lectura, pero poco sabe de la actualidad editorial más allá de las encuestas
la Ley del Libro (sí, existe) está bien bonita y dice que debe haber un precio de venta al público único... pero poco más que eso
muchas editoriales comerciales publican libros, pero no los venden, o cobran demasiado por servicios que a veces no dan
las distribuidoras tampoco garantizan ventas, mucho menos ingresos para el autor, cuantimenos una verificación de ventas (lo que existe en otros países)
tampoco hay ningún tipo de acuerdo de criterios editoriales en México, menos un sistema confiable de dictaminación de originales
prácticamente no existe la crítica literaria en el país
en la mayoría de universidades y academias se hacen las cosas como van saliendo, sin manuales de Criterios Editoriales o Identidad Gráfica, con ganas y esfuerzo, pero sin mucha ruta
funcionarios o directivos poco o nada saben de libros (ni leen)
los editores-funcionarios obedecen reglas o se inventan algo para salir del paso (no todo se improvisa, hay gente capaz, pero se trabaja bastante a oscuras)
los editores independientes son creativos y productivos, pero la mayoría son personas físicas sin registros ni archivos
algunas ONG han intentado estudios sobre el tema, pero son mínimos
hay pocos libros y menos revistas nacionales sobre los fenómenos editoriales (yo debería hacer una)
la ingenuidad pulula en el gremio, igual que la petulancia: los que dicen saber mucho saben poco y los que saben poco lo ignoran casi todo.
La vida me ha llevado a los libros (y viceversa). Además de ser escritor y docente, trabajé en departamentos editoriales, sellos e instituciones, hice la Maestría en Producción Editorial, conozco algo de la escena hace 20 año (pocos aún), he editado unos 400 libros y 20 revistas, y trabajado para los tres niveles de gobierno. Y, más o menos, la cosa está igual por todos lados, entre la petulancia de los intelectuales y el entusiasmo de los artistas, con una industria editorial en medio que no está regulada por nadie y cuyos cánones aún están por escribirse.
No intento ser fatalista, quizás solo un poco más objetivo, pues me extrañan los comentarios que a diario escucho de autores o editores, de una gran inocencia, cuando suponen que en México somos el primer mundo en edición.
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