Hemos escuchado que las y los jóvenes ya no somos solo el futuro del país, sino que ahora nos hemos convertido en el presente, al involucrarnos en la toma de decisiones de México. Pero ¿Realmente estamos haciendo una política nueva y diferente? Muchos jóvenes ven como objetivo superior ejercer un cargo público, ser presidente municipal, síndico, regidor, diputado local, diputado federal o senador. Esto por el simple hecho del valor que se les ha dado a estos espacios como “inalcanzables”.
Sin embargo, se olvidan de que un cargo de elección popular tiene vigencia, de que las responsabilidades que conlleva encabezarlos no son fáciles, que se requiere más que una “intención” para llegar a ese puesto y querer hacer las cosas bien, para servir y no para servirse.
Porque si pretendemos lograr resultados nunca antes alcanzados debemos usar métodos nunca antes intentados, debemos prepararnos académica y profesionalmente, adquiriendo conocimientos y experiencia en el ámbito en que queremos aportar nuestro cambio en el país, y no solo me refiero a un cargo público, sino también en cualquier otro espacio que nos permita contribuir a la construcción de un México mejor, y que al estar en esa trinchera verdaderamente ejerzamos la diferencia.
Las y los mexicanos debemos estar convencidos de que nuestro país puede y debe ser más justo, más incluyente y con oportunidad para todas y todos. Un país donde sea el mérito y el esfuerzo el que determine tu vida y no el nivel socioeconómico donde naciste. Aquellos soñadores, emprendedores y ciudadanos que con su ejemplo nos inspiran a ser cada día mejores y que están dispuestos a comprometerse por el bien común por encima de los intereses personales. Aquellos que ven en la adversidad una oportunidad de transformarnos y cuyos pensamientos y actitudes hacia la vida son siempre positivos. Aquellos que no te dicen cómo vivir pero que con su ejemplo nos enseñan el camino.