Hemos visto en las mentadas alianzas que ha habido una homogenización de los partidos. El triunfo aliancista reciente fue siempre con un ex priista venciendo al PRI. No fue necesaria una trayectoria partidista ni una presencia ideológica o argumentos importantes sobre situaciones concretas, sino el estar dispuesto a luchar por el poder a secas, la parte que fue central a la política, la ideología desapareció. En realidad, es como el uso de semillas transgénicas: con el tiempo, todas las cosechas son iguales. Al cabo del tiempo, todos los partidos serán PRI, lo que significa una represión.
En el proceso, todos los partidos se volvieron a imagen y semejanza del PRI, que detentó el poder por 70 años. El PAN que tenía una larga trayectoria de civilismo y de institucionalidad, tan pronto llegó al poder sucedió lo que el panista Carlos Castillo Peraza había dicho en su momento, “el peligro es ganar el poder y perder el partido”. Ganaron el poder y se acabaron realmente las buenas intenciones y las ideologías; una vez tenido el poder, la tentación de mantenerlo superó el deseo de establecer un nuevo concepto ideológico.
Así fue como poco a poco el ejecutivo empezó a actuar como los gobiernos priistas, metiendo la mano en áreas que no son las suyas tratando de conducir a su partido a nuevas victorias, inclusive saliéndose de la idea de que el presidente de la república no es el presidente sólo de sus partidarios, sino el presidente de todos los mexicanos. Esto se repite al nivel de los estados y hasta de los municipios: no se ve la acción política como área de servicio a la sociedad sino del beneficio personal y hasta de sus familiares. En efecto, luchan por el botín.
Los partidos hace tiempo protegieron su reclamo al poder de manera que no pudiera colarse nadie que no fuera a través de ellos. Por eso se modificó la legislación para que solamente los partidos pudieran otorgar el registro a los candidatos. De esta manera, se cancelaba la posibilidad de candidatos independientes y nuevamente se quedaban las candidaturas en el reparto interno entre los partidos. Se negaron rotundamente a quitar los candidatos plurinominales por lo mismo, porque la burocracia partidista tenía asegurada una posición en los cuerpos legislativos sin necesidad de luchar por la nominación.
Más que nunca se necesita hacer que los partidos no tengan el monopolio de las candidaturas. Por eso es importante que se apruebe la reforma del Senado, para que existan candidatos independientes. Se dice que fue el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, quien ordenó a sus huestes en el Congreso bloquear esta reforma, ya que dicen que es él el que tiene el control de la Cámara de Diputados para evitar que se aprobara esta ley. De esa manera evitaba que le fuera a salir un contrincante difícil de vencer.
¿Cuál es el miedo de los partidos a las candidaturas independientes? Obviamente que abre la baraja para que haya una mayor posibilidad de escoger entre candidatos por parte de los electores, pero al mismo tiempo el miedo que los partidos que están en su más baja aprobación en la sociedad y que un candidato independiente libre del peso de los partidos pudiera generar una candidatura realmente popular que llegara a derrotar a los diferentes partidos. Ése es realmente el miedo que se le tiene a aprobar la reforma política, que abriría la puerta a quienes no están en los partidos y los partidos perderían la propiedad de las posiciones de elección popular.
Esta situación trae en estos momentos la contradicción importante de que los partidos políticos que se suponen representan a la sociedad quieren bloquear el acceso de esa sociedad a los procesos electorales. Esto es una contradicción en términos ya que los partidos se suponían que organizaban o armonizaban los deseos de la sociedad. Lo que no es cierto en estos momentos; en las encuestas se puede ver que los diputados y senadores están al nivel de los policías en las encuestas nacionales, es decir, han perdido todo su prestigio y con ello los partidos que ellos representan.