Algunos pasajeros se quejan porque conduce rápido o lento.
Eduardo Arteaga admite que trabajar como operador del transporte público es cansado y en ocasiones estresante; sin embargo, afirma que no ha pensado en dejar el volante porque sus ingresos económicos le alcanzan para solventar los gastos de su casa.
Señala que las jornadas de más de ocho horas diarias que dedica al volante, lidiar con los usuarios, y las inclemencias del tiempo son algunos motivos por los que a veces se estresa, pero la ventaja es que el dinero que obtiene es superior a lo que recibiría en otro trabajo.
Antes de dedicarse al transporte -dijo- trabajaba en una pollería, pero lo dejó para probar suerte en la “ruta”, donde asegura que está a gusto porque en ocasiones descansa tres días a la semana.
“Las horas de trabajo sí son muchas. A veces empezamos a las 6 de la mañana y terminamos a las 8 o 9 de la noche, pero también hay una ventaja, que no se trabaja todos los días porque el carro también necesita sus arreglos”.
Si bien está a gusto en esta actividad, Eduardo señaló que ha recibido quejas de los pasajeros en el sentido de que conduce muy rápido o muy despacio.
Explicó que el operador hace lo posible por llegar a tiempo con el checador para evitar pagar los “minutos quemados”, pues en ocasiones ha dejado de percibir hasta 140 pesos al día por estas multas.