Siendo abril el mes en que las personas físicas presentamos nuestra declaración de impuestos, cabe recordar el sentido y función que estos deben tener.
Los impuestos representan un ahorro forzoso. Es decir, es un ahorro al que nos obliga a hacer el gobierno, y que se canaliza al desarrollo social en tareas como la seguridad pública, la impartición de justicia, la educación, la pavimentación de calles etc.
En México, como en muchos países, los impuestos se aplican con el principio de progresividad, es decir, el que más dinero gana, paga más impuesto. Esto aplica también para la persona que tiene dos trabajos, la cual también debe declarar impuestos.
Lo anterior parece justo, pero también puede ser injusto. Muchas personas ganan más porque estudiaron más o se esfuerzan más. Hay otras que prefirieron no prepararse y por ese motivo ganan menos, o no son productivos en sus trabajos o no los hacen con calidad. En esa lógica, se castiga al que trabaja más y gana más y se premia al que trabaja menos y gana menos.
Ejemplo: qué difícil es encontrar un hojalatero, un pintor o jardinero que trabaje con calidad u honestidad. Y la mayoría ni siquiera paga impuestos. También hay profesionistas que caen en este supuesto.
Por otra parte, los impuestos se aplican con una óptica redistributiva, es decir, se le quita al rico para darle al pobre. El problema es cuando los gobiernos convierten nuestros impuestos en ayudas o becas para el pobre, lo cual solo les ayuda temporalmente, pero no impulsan una educación pública de mayor calidad ni se estimula la inversión productiva. Estos dos factores son cruciales para que se generen mejores empleos, con prestaciones y salarios dignos.
Ojalá algún día paguen impuestos todos los que deben pagarlos, pero también que los gobiernos los inviertan con sabiduría, fomentando un desarrollo social, para el presente y el futuro.