Este artículo no es una reflexión sobre el caudillo del sur, Emiliano Zapata, ni una semblanza biográfica. Se refiere a una queja ciudadana muy sentida: la magnífica estatua de Emiliano Zapata, que fue reubicada de la avenida Colegio Militar y fue colocada a un costado del Paso Exprés, tiene meses sin iluminación por las noches.
En un artículo anterior presenté una reflexión sobre la función de los impuestos, y lo mismo aplica para el pago de derechos, productos y aprovechamientos. Todos ellos son diferentes tipos de ingresos del gobierno, que deben financiar la infraestructura social y la operación de las tareas públicas, como es el alumbrado público.
El hecho de que un atractivo turístico, la estatua ecuestre de Zapata, se encuentre en penumbras, aunque parece un hecho poco trascendente, nos da luz (paradójicamente), respecto a la apatía sobre diversos temas. Quizá no transitan por ahí funcionarios importantes, mucho menos en las noches. Y si pasan, van pensando en cosas más importantes.
A quiénes apreciamos las bellezas distintivas de nuestro estado y su capital sí nos duele esta omisión. Todos los turistas y viajeros que transitan diariamente por ese tramo se pierden el espectáculo de ver la majestuosidad nocturna del monumento.
Mientras en Cuautla se acaba de remodelar el parque revolución del sur, recuperando su atractivo turístico y realzando la figura del caudillo, aquí no hay cuidado en conservar y dar realce a los atractivos de la ciudad. Mucho se debatió sobre la reubicación de la estatua de Zapata, y uno de los temores era que, al desplazarlo al lugar en que se encontraba, cayera en el olvido gubernamental. Al parecer, esto ya ocurrió.