En el segundo asalto, el beodo volvió a entrar y casi toma la Alhóndiga él solo. Tuvo que ser retirado, ahora por la Policía. Cuando se lo llevaban, alguien le dijo que con ese valor lo podrían ascender a coronel o capitán…
CRÓNICAS SURIANAS
Tetelpa. Este pueblo indígena celebró con especial ánimo la representación de la Toma de la Alhóndiga de Granaditas o “Los Tamalazos” porque se cumplieron 80 años desde que la muestra de teatro campesino se puso en escena.
A esas ocho décadas hay que restarle doce años: por iniciativa de Arturo de Montealegre y su esposa Antonia de Oropeza se realizó la primera representación el 16 de septiembre de 1943. La tradición continuó, pero se suspendió por diez años, y en 1972 Pablo Zavala de la Rosa (RIP) la retomó para continuarla, hasta que hace dos años se suspendió por la contingencia, luego vendría la pausa de dos años por la pandemia decretada por la enfermedad de coronavirus (COVID‑19) provocada por el virus SARS-CoV-2.
La original fue una acción bélica en Guanajuato, el 28 de septiembre de 1810 entre los soldados realistas de la provincia y los insurgentes comandados por Miguel Hidalgo e Ignacio Allende. Con ello, inicia el movimiento de la Independencia de México.
En la Toma han llegado a participar más de 100 actores en escena y se han llegado a reunir más de cinco mil asistentes de Morelos, México y de algunas otras partes del mundo.
En esta octogésima representación hubo notoriamente mucho más público que por lo menos en cinco años, según los habitantes de Tetelpa.
Celebran desfilando
Por primera vez, el sábado 16 de septiembre, por la mañana, en el desfile de las fiestas patrias con carros alegóricos incluyeron a los participantes de la Toma de la Alhóndiga de Granaditas; muchos, adultos y personas de la tercera edad.
También hubo una representación de la Toma en la escuela primaria Vicente Guerrero hecha por los alumnos.
Zenón Ortiz Anonales, ex ayudante municipal, fue uno de los que desfilaron. Dijo que él participó hace como 30 años, pero cada representación ha estado pendiente y ha realizado actividades para esta festividad colectiva, que es organizada por el comité de fiestas y que también vigila que los actores no beban de más, para que este acto tan importante para México no resulte en pleito campal, para lo cual los cita dos horas antes en el campo de batalla, aunque pocos hacen caso y muchos ya llegan a “medio estoque” o de plano atravesados por la embriaguez.
Zenón Ortiz relató que hace 53 años los tamalazos no se hacían en los campos de La Granja, sino en las calles de Tetelpa, sobre la calle Degollado, por el jardín de niños, que antes no existía.
“Era muy bonito porque los insurgentes andaban a caballo y así se hacía los ataques. Era más chico y más reducido pero más emocionante. Solo participaba dos mujeres, España y la Patria, de ahí puro hombre”, explicó.
Para cuatro ataques, los 12 cañones dobles ocupan cuatro kilos de pólvora, que es muy peligrosa y lo resguarda el comité organizador de las fiestas del pueblo en un lugar algo lejano de La Granja. Ahí ponen la pólvora, los escupidores, los buscapiés y los cohetes.
Por su parte, Leónides Rivera Delgado, habitante de Tetelpa, contó que esta festividad de los tamalazos es una de las más importantes y concurridas: viene gente principalmente de las colonias de Zacatepec y las orillas de Jojutla, porque tiene familiares acá, y siempre ha jalado mucha gente:
“Yo siempre he ido como público, participo en otras celebraciones pero en esta siempre he sido público”, afirmó.
Arturo Noguerón
Sin duda una de las representaciones más vistosas fue aquella donde Arturo Noguerón Ochoa, profesor jubilado y ex director de la Escuela Primaria Vicente Guerrero, de Tetelpa, narró la batalla en 2016. Conoce a todos en el pueblo y tiene gran autoridad porque fue profesor de medio pueblo; su encargo consistía en relatar lo que estaba ocurriendo, marcaba el inicio y finalización de los ataques y describe las escenas.
Guarecido debajo de un templete y con un micrófono en las manos sólo hizo algunas advertencias, a partir de un informante que iba y venía llevándole nombres y hechos:
“Ya les he dicho, pero se los vuelvo a decir, ésta es una representación, no es de verdad. Ya sé que algunos que ya se traen de encargo, se apuntan de indios o españoles para tirarse sus buenos tamalazos y arreglar sus problemas, lo sé; pero guarden la compostura. También me dicen que viene mucha prensa. Esos periodistas les advertimos que no se acerquen mucho al campo de batalla, porque nosotros no vamos a responder si se dañan sus equipos o quedan ciegos de un chingadazo. No beban mucho antes de la batalla, nomás para agarrar valor, pero no beban mucho porque los pueden herir, esos cañoncitos parece que nomás hicieran ruido, pero le han explotado los dedos a más de uno; el año pasado le destrozaron la pierna a Fernando…”.
Los caídos
De acuerdo con los pobladores, no hubo heridos graves. Dos “españoles” con golpes en el ojo y en las costillas, uno con ceniza en los ojos y una chica a la que un buscapié le quemó la pierna.
En esta representación no siempre hubo saldo blanco. La pólvora del cañón le destrozó los dedos a más de uno, el proyectil lanzado desde ese cañoncito le pegó en la pierna a un “indio” y casi se la destroza; también se cuenta que, cuando las representaciones se hacían a caballo, un cañón dejó lisiado a un jinete y otro más casi mata a un combatiente de un golpe en el estómago.
Leónides Rivera recuerda una vez que un cañoncito explotó y se fue para atrás y tiró a un montón de gachupines. La gente se moría de la risa, toda una semana estuvieron comentando eso.
El año pasado un “indio” fue alcanzado por un envoltorio de ceniza en el parietal izquierdo, lo que le hizo perder el equilibrio y lo dejó fuera de combate.
Por más que los organizadores aperciben a los actores que se abstengan de resolver sus diferencias por la vía de las agresiones físicas y verbales, algunos se esperaban hasta el año para desquitarse arrojándose envoltorios y mentadas de madre.
En el primer asalto de los tamalazos de 2018, andaba un hombre alcoholizado muy escandaloso vestido de indio. Fue apercibido por dos guardianes del comité, que se lo llevaron de aguilita hacía la línea donde el público estaba seguro. Uno de sus compañeros “indios” lo defendió: “¡Déjenlo, no se lo lleven! ¡Quere morir por la Patria, chingao!”
En el segundo asalto, el beodo volvió a entrar y casi toma la Alhóndiga él solo. Tuvo que ser retirado, ahora por la Policía. Cuando se lo llevaban, alguien le dijo que con ese valor lo podrían ascender a coronel o capitán…
La toma 80
La representación número 80 transcurrió como se había planeado. A las cinco de la tarde, los protagonistas y muchos espectadores salieron de la Ayudantía Municipal ubicada en la calle Vicente Guerrero hacia la Unidad Deportiva Las Granjas: Hidalgo, con su calva y su melena blanca, su estandarte de la Virgen Morena; Aldama, Guerrero, Allende, el Pípila, la Patria, la Reina de España; los peligrosísimos cañoncitos que arrastraban los “españoles” y que ahora la mayoría son de dos disparos; los “indios” vestidos de manta llevando en las bolsas de rafia sus proyectiles o tamales (ceniza envuelta en papel de estraza). Se unieron al contingente personas que habían estado esperando en sus casas o en la banqueta hasta llegar al campo de batalla.
Como se tenía planeado, hubo cuatro asaltos y la toma de la alhóndiga, previo al recate de la Patria y antes de la arenga en la que las representantes de España y de México resaltan los valores de la Patria, con textos de Ricardo López Méndez, “El Vate” y del “Grito”, con el cual el Padre de la Patria insta a “matar gachupines”.
Como cada año, una mujer sobre un caballo repartió al público tamales de hoja de milpa “envenenados” para diezmar a los españoles.
En esta ocasión narró Luis Calvario, habitante de Tetelpa.
Representó al cura Miguel Hidalgo Pablo Bastida y al Pípila Juan Castillo, hijo de Régulo Castillo, que había tenido ese papel por varios años.
Como algo especial, más de 20 niños de la escuela primaria Vicente Guerrero, caracterizados, dieron una exhibición en los campos de un asalto de la representación, previó al inicio de la Toma.
El narrador dijo que por esta vez, en los tamalazos habían participado tres generaciones: adultos, jóvenes y niños.
Muchos adultos evitaron, como cada año, que la Toma se convirtiera en una verdadera batalla campal; ellos también participaron en su juventud y saben que la sangre se enciende cuando se trata de defender a la Patria.