Cuando es necesario dar cuenta de aquello que
repetimos con importancia, con significado, sobre
lo que simbólicamente adquiere peso en el sentir,
eso que históricamente o con memoria actuamos con
creencia, con sentido ontológico (sobre lo real) y que
nos construye respaldo en nuestro actuar. Las
tradiciones se logran por esa condición poco
entendida como es la soledad, la idea de comunidad
nos promete roles cruciales para la funcionalidad
de la misma, los sentimientos y emociones son hechos
que buscan pragmatismo en costumbres físicas, ritos
que hablen la posibilidad de la naturaleza divina en la
especie,
La herencia cultural es un legado que renuncia al
olvido y al escarnio mientras su sublimidad práctica se
expresa en la gente que hace suyo lo que habrá de
inspirarle resguardo moral y espiritual. La tradición
une a través de las experiencias básicas de especie,
refuerza míticamente lo que habrá de ser acción en
cantos, danzas, artesanía, religiones, escenificaciones
diversas, cultos que desde lo ancestral mitigan la
incertidumbre de existencia y abrazan lo onírico como
posible contacto entre lo terrenal y escatológico.
La historia se sostiene de la costumbre, de su uso
fenoménico que relaciona a los sujetos en su
ensueño más cercano. México como tal es una
constante expresión, que teje raíces nativas con signos
mestizos, que forman un constructo que fusiona la
imaginación "calzando" ese caminar por tierras
indómitas y transformándolas en hogar dulce.
La creatividad humana busca por medio del arte y
la tradición pertenecer a lo que no tiene tiempo
(eterno), y perdurar mucho más allá de lo que se
vive como mortal. Acogemos dichas, tragedias y
ritmos de vida para fijarlas en muros, óleos,
estructuras y todo tipo de superficie que invita a toda
musa o deidad a quedarse y ser parte del gran enigma
que significa estar.
Dar-luz.
Alma.
Edad.
Rexiste.