Aunque ha trabajado como vendedor de periódicos, mesero, chalán de albañil, carpintero, panadero y hasta comerciante, lo que más le gusta a Alberto Flores Trujillo -quien desde hace 30 años conduce una unidad del transporte público- es ser chofer.

El entrevistado explicó que su vida laboral empezó cuando apenas tenía 13 años de edad, ya que al ser el mayor de tres hermanos se vio en la necesidad de buscar trabajo para ayudar a su mamá con los gastos de la casa.

“Mi mamá estaba sola y no podía con todo. Prácticamente tenía que ver por mis hermanos, así que me puse a trabajar de lo que fuera, porque ellos estaban chiquitos y tenían que comer. No fue fácil, pero salimos adelante y después cada uno hizo su vida”. 

Mientras espera su turno de salida, platica que ser chofer no es una labor fácil, pues trabajan jornadas de hasta 16 horas diarias y a veces no tienen tiempo ni para tomar sus alimentos.

Indicó que en ocasiones tiene hasta 20 minutos para descansar en la base de la organización, pero otros días, así como llega tiene que salir, porque hay pocas unidades en circulación.

Aunque Alberto no tuvo la oportunidad de continuar con sus estudios, afirmó que impulsa a sus hijos para que estudien una profesión y tengan una mejor calidad de vida, ya que sin estudios difícilmente podrán encontrar un trabajo bien remunerado.

El trabajador del volante está consciente de que por estar en la economía informal no tendrá derecho a una jubilación; sin embargo, dijo que no ha pensado buscar trabajo en las empresas formales de autobuses, porque le han comentado que ese cambio implicaría dejar de ver a su familia por varias semanas.

Solo reconoce que lo que puede hacer es ahorrar el dinero suficiente para solventar sus gastos cuando tenga que dejar este oficio.

“Todavía tengo fuerzas y actitud para seguir trabajando, y cuando me siento muy cansado agarro dos días para descansar, porque sé que si manejo cansado podría ocasionar un accidente”.