Aunque trabaja como operador del transporte público desde hace 30 años, Antonio asegura que aconseja a su hijo buscar otro oficio, porque ser chofer no es fácil, ya que transportar personas implica una gran responsabilidad.
“Desde la infancia, el volante me llamó la atención y a los 20 años de edad empecé a manejar. Es lo único que he hecho en toda mi vida y no he pensado qué haré cuando tenga que dejar el volante. Yo creo que seguiré aquí hasta que el cuerpo me aguante”.
Comentó que conducir una unidad del transporte público es una labor cansada, pues diariamente empieza su jornada a las cinco de la mañana y termina alrededor de las diez de la noche
Además, es estresante porque hay tráfico y porque en ocasiones hay poca demanda en el servicio y como trabajador tiene la responsabilidad de entregar la “cuenta” a su patrón y reunir el dinero para la gasolina.
Refirió que en su familia solo su hermano y él se dedican al transporte. Agradeció que su hijo no siguió sus pasos porque es un trabajo cansado y arriesgado.
“Tengo dos hijos; un hombre y una mujer. Los dos ya se casaron y mi hijo trabaja en una empresa de gas. Yo no le podía inculcar este oficio, porque es muy riesgoso, no es cosa fácil andar aquí con tanta gente; es peligroso y de mucha responsabilidad, pero uno ya está acostumbrado a esto y aquí andamos”.