Lo que yo veo no siempre es lo que tú ves o lo que ven los demás, y tampoco lo que es en realidad. Esta ambivalencia perceptiva nos permite observar cada cosa o momento de manera diferente. Las pinturas rupestres son representaciones libres y espontáneas de lo que alguien vivió, vio y plasmó sobre la pared de una cueva. De estos grafismos a las formas que crearon las antiguas civilizaciones hay miles de años de desarrollo perceptivo, y de ahí al Renacimiento un gran salto cronológico y técnico. El presente tiene una manera multifacética de ver y expresarse.
La historia de la percepción y sus representaciones visuales abarca un trayecto que corre a la par de nuestra cultura. Esta capacidad de traducir lo que vemos y sentimos en imágenes derivó en un sistema que tuvo sus métodos propios, técnicas, instrumentos y utensilios. Y si bien nuestra destreza depuró sus procesos hasta crear sistemas de enseñanza-aprendizaje, poseemos una habilidad innata para dibujar, pintar y esculpir. La pintura académica, las obras “outsider”, el arte brut o el naif nacen de la misma fuente, pero de maneras diferentes.
Para percibir la belleza en cada una de las obras creadas en estos periodos, estilos y procesos debemos ampliar nuestra mirada, pues cada una posee rasgos que identifican justo esa ambivalencia. No es válido encasillar la pintura como un esquema unidireccional que corre de lo primitivo a lo contemporáneo, de lo elemental a lo sofisticado, es, en todo caso, una manera distinta de ver la realidad y de expresar nuestras emociones.
La obra de René García Reyes, pintor morelense, es reflejo de su entorno, historia, idiosincrasia, hábitat, recuerdos y, con una mirada afable y sin pretensiones grandilocuentes, realiza una suerte de archipiélago o mosaico con obras de pequeño y mediano formato de escenas rurales de provincia. Los personajes infantiles y las mujeres que dibuja están vestidos con colores intensos, los hay primarios y otros secundarios, la paleta que usa es directa, y en esta gama de piezas cada niño, niña o mujer conjuga su quehacer en escenografías domésticas, naturales y lúdicas.
Azoteas, parajes, playas, callejones, banquetas, nubes, corrillos semi rurales, pórticos y callejuelas urbanas, interiores humildes en los que la belleza brota en objetos y cosas comunes: juguetes, muñecas de cartón; un perro, un gato, una paloma o unos caballos; macetas y mesitas, sillas y trenecitos; frutas rojas y papalotes, títeres, avioncitos y barquitos de papel; una tinaja de metal, rehiletes multicolores. Las obras de René no pretenden que el espectador se asombre, tan solo que observe y goce, pues no hay necesidad de explicaciones, pero sí exige el abandono de prejuicios. Son bellas por simples, en cada una hay historias encubiertas, y en su sencillez deja que el observador invente la suya, o no.
René recurre a pequeñas tablas que baña de acrílico y efusión moderada, pues, como su temperamento, éstas no hablan mucho, pero cuando sonríen nos seducen. Es difícil establecer una secuencia temporal de sus trabajos, pues a pesar de que este pintor carga varias décadas sobre sus hombros, las obras que ha creado guardan un estilo que las identifica. Hay pinceladas continuas en cada una, trazos equilibrados; la sombra es accidente, el color contraste. En ellas la perspectiva y la proporción no son obligación, y las composiciones y planos no se rigen por formalismos: las figuras, volúmenes y espacio retan a la belleza convencional; no hay ataduras en su creatividad y por ello emanan libertad.
Recorrer la exposición “El juguete popular mexicano”* debe hacerse sin predisposiciones, pues el título condiciona. Quizá sea mejor entrar a ella con la mirada abierta a la que antes hice alusión, pues solo con ojos sin ataduras logramos penetrar en el universo de René García, paisajes inocentes e ingenuos. Tampoco dejemos que la frase “retrospectiva plástica” nos condicione, pues la muestra no tiene inicio ni final, menos una cronología explícita. Las obras que se exhiben poseen detalles distintivos, pues no solo hay niños y juguetes, sino también algunas que aluden a personajes como Zapata, la Malinche y la Virgen de Guadalupe, mientras que otras nos remiten a iconos como la luna y el sol. Ahí aparece también el “pecado original” y una mujer indígena y su pareja. Y en este hurgar entre las obras el desnudo femenino emerge simple y bello.
En este bosque de obras de arte hay unos personajes a los que García vistió de armaduras, pues no solo vertió color y forma, sino que rebasó su litoral pictórico para construir un híbrido entre el collage y una obra formal. Esta serie de piezas constituye la parte más lúdica y elaborada de René, pues en ellas se percibe la exploración que seguramente aparece cuando juega en su taller. Las obras integran una especie de complemento con corcholatas de aluminio aplastadas, clavos y corazones, aritos que abren latas, diminutos fragmentos cual rubíes o minerales. Cada una de estas piezas despierta recuerdos de Gironella, pero son diferentes, pues sin abusar del elemento accesorio él las integra para formar un todo.
No importa con quién y dónde adquirió René su pasión por la pintura, importa lo que hace, pues además de crear piezas bellas, comparte su entrega a la pintura con niños, mujeres y hombres, y creo que eso es más significativo que premios o exposiciones individuales en grandes museos, aunque se merece una en aquél con nombre de otro pintor, y al cual solo acceden algunos artistas. Pero no importa, porque René no lo demanda ni lo necesita, él es un gran creador que sin dar batallas ni generar demagogias plásticas crea hermosas piezas de arte.
Las obras de René García Reyes tienen vestigios de los exvotos, también me recuerdan a María Izquierdo, y, por su historia personal, a Hermenegildo Bustos, y claro, su estilo nos remite al mundo naif, pero las comparaciones se olvidan cuando degustamos cada una de sus piezas, eso vale más que las especulaciones estéticas. Prefiero aceptar que lo que yo veo no siempre es lo tú ves o lo que ven los demás, y tampoco lo que es en realidad. Nada mejor que visitar esta exposición.
*Exposición: “El juguete popular mexicano. Retrospectiva plástica de René García Reyes”. Galería Municipal Adolfo López Mateos, Jojutla, Morelos. Del 22 de diciembre del 2023, al 22 de febrero del 2024.