Su gusto por el volante es herencia familiar.
Guillermo Carmona estudió una carrera técnica en gastronomía, pero desde hace siete años trabaja como operador del transporte público, un oficio que aprendió de su padre y al cual también se dedican sus hermanos.
Después de siete años de manejar unidades del transporte público y autobuses, dijo que ser chofer es una labor cansada, pero le gusta tanto, que no se puede quejar.
“Estudié gastronomía, pero no seguí en la universidad y me puse a trabajar en la ‘ruta’. Aunque nunca busqué trabajo sobre la carrera porque desde niño me gustaba este oficio, ya que mi papá tenía un camión y a veces lo acompañaba en los recorridos”, recordó.
Guillermo también trabajó dos años como operador de autobuses, pero lo dejó porque en ocasiones pasaba hasta cinco meses lejos de su familia.
De niño –comentó– era testigo de las ausencias de su padre, pero eso no fue impedimento para que siguiera sus pasos.
“Cuando era niño veía que mi papá estaba poco tiempo en la casa; cuando él se iba yo estaba durmiendo, y cuando regresaba, otra vez estaba durmiendo. Él no me enseñó a manejar, pero me decía que en este oficio tienes que sacrificar fechas importantes en la familia. Afortunadamente todavía no tengo hijos ni esposa”.
Aunque afirmó que está a gusto en su labor como chofer, reconoció que le afecta respetar descuentos a las personas con credencial del Inapam, pues en ocasiones son más de 50 pasajeros que pagan cinco pesos; además hay otros que dicen “ahorita te pago” y no lo hacen.