Rafael todavía aspira a manejar tráileres, como lo hacía su padre.
Rafael Sánchez tuvo la oportunidad de continuar con sus estudios profesionales, pero desde niño sabía que lo suyo era el volante, pues veía a su papá manejar un tráiler.
Sus padres le inculcaron los estudios, pero cuando terminó la secundaria decidió que era momento de empezar con su vida laboral, pues quería seguir los pasos de su progenitor.
Dijo que desde niño agarró el gusto por el volante porque veía a su papá manejar un tráiler. Inconscientemente, su papá lo estaba preparando para este oficio, ya que cuando no obtenía buenas calificaciones en la escuela lo llevaba a su trabajo a descargar el camión como castigo para que le echara ganas al estudio.
Sin embargo, ese castigo no fue suficiente y Rafael decidió no continuar en el nivel medio superior.
Estuvo tres años en el Ejército en el estado de Puebla, pero desertó, y cuando regresó a Morelos comenzó a trabajar en la Ruta 1, en la misma organización de transporte donde laboraba su hermano desde hacía 15 años.
Una vez que el hermano cumplió la tarea de capacitar a Rafael, abandonó este oficio, pues no le gustó trabajar con el sistema de barras contadoras de pasaje.
Ser chofer del transporte público, comentó Rafael, es una labor estresante por el tráfico, debido a que llegar tarde con el checador implica una multa económica de 40 pesos por minuto.
Comentó que al principio fue difícil por las dimensiones del camión, pero poco a poco le agarró el modo, y su deseo es manejar tráileres.