Hace 69 años, el 3 de julio de 1955, miles de mujeres mexicanas sufragaron por primera vez en una elección federal, ellas pudieron acudir a las urnas a emitir su voto y elegir a los diputados federales de la XLIII Legislatura. Esto fue resultado de un proceso largo y una lucha que muchas mujeres pelearon por décadas. Fue en 1952, que más de 20 mil mujeres protestaron en el Parque 18 de marzo de la Ciudad de México, para reclamar lo que el presidente Adolfo Ruiz Cortines, había prometido en su campaña presidencial, tener en la Constitución el derecho a votar y ser electas.
La lucha por el derecho al voto de las mujeres en México fue un proceso largo y persistente, que se originó décadas atrás desde las demandas sociales de las de principios del siglo XX. Durante la revolución mexicana, hubo mujeres activistas que comenzaron a hacerse notar, alzando la voz y cuestionando su exclusión de la vida pública. Dos importantes figuras pioneras en esta causa fueron Elvia Carrillo Puerto y Hermila Galindo, quienes se comprometieron con el movimiento feminista y la defensa del sufragio femenino. Hermila Galindo, fue una de las primeras feministas del país. Promovió publicaciones y debates que desafiaban los roles de género y proponían reformas en materia legal para el avance de los derechos de las mujeres. Por su parte, Elvia Carrillo Puerto impulsó la alfabetización y el voto femenino en Yucatán, logrando que en 1923 las mujeres de este estado pudieran votar en elecciones locales, aunque este derecho les fue revocado poco después.
La presión continuó en los años siguientes, especialmente desde organizaciones feministas que buscaban mayores derechos civiles y políticos. Y finalmente, el 17 de octubre de 1953, las reformas constitucionales al artículo 34 otorgaron el voto a las mujeres en el ámbito federal, significando esto un logro para las mujeres, para la sociedad y para el sistema de gobierno mexicano, ya que ningún país puede decirse democrático si más de la mitad de su población no forma parte de la ciudadanía. Sin embargo, a pesar de este gran paso, el resto del camino fue igual de difícil, pues aunque las mujeres ya formaban parte de la escena electoral, la participación fue limitada y su representación en cargos políticos era escasa. Las primeras diputadas llegaron al Congreso en 1958, pero su número era mínimo.
A partir de la década de los 90, comenzaron a implementarse una serie de reformas sobre las cuotas de género en la legislación electoral, esto con el fin de disminuir la brecha que existía entre la participación política de hombres y mujeres en México. En 1996 se promulgó que los partidos políticos debían contar con el 30% de sus candidaturas para mujeres, aunque esto, más allá de la legislación, en la práctica seguía siendo muy complicado para las candidatas posicionarse de manera correcta en una candidatura. Con el paso de los años, las reformas de paridad de género siguieron modificándose para poder continuar abriendo puertas y oportunidades para las mexicanas. Fue hasta el año 2014 que en el Congreso se aprobó la reforma constitucional que establece la obligación de paridad de género en candidaturas para cargos legislativos tanto federales como locales, en elecciones de senadurías y diputaciones, con el fin de promover y garantizar elecciones más equitativas en México. Esto tuvo un impacto significativo y notoriamente visible en el Congreso federal y a niveles estatales y municipales, pues muchas de las elecciones y candidaturas ganadas fueron por mujeres.
Hoy en día, podemos decir que en nuestro país un gran porcentaje de cargos políticos son ocupados por mujeres, nuestras cámaras de representación cuentan con paridad y hace unas semanas vivimos la toma de protesta de la primera presidenta de México; hace 69 años el sufragio femenino era posible por primera vez y hoy en día el poder ejecutivo está representado por una mujer. En relativamente poco tiempo nuestro sistema político ha avanzado en materia de equidad representativa y legislativa para todas y todos.
Sin embargo, aún hay muchas barreras estructurales presentes en nuestra sociedad y nuestro sistema que representan una desventaja en los derechos políticos de las mujeres mexicanas, como la discriminación y violencia política en razón de género ejercidas dentro y fuera de partidos políticos, los "techos de cristal" y las responsabilidades no remuneradas.
Las nuevas generaciones de mujeres que buscamos incidir en la política y cargos representativos afrontaremos desventajas estructurales que un sistema patriarcal sigue respaldando, pero es gracias a las mujeres que desde hace casi un siglo comenzaron a luchar por el reconocimiento de nuestros derechos que nos corresponde ahora continuar para las generaciones futuras.
Luna Grecia Bárcenas Segura
Universidad Autónoma del Estado de Morelos