Sociedad

Los animales y los perros


Lectura 4 - 8 minutos
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Los animales y los perros


Los animales y los perros
Fotógraf@/ MÁXIMO CERDIO
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Un perro cuando tiene ganas de vivir come, hace lo posible, su instinto lo lleva a buscar la vida…”

Jojutla. La maldad de las personas se mide en los daños que hacen a los animales. Esto lo saben bien José Emanuel Medina Valle y Ana Jael Arteaga Camacho, quienes desde hace más de nueve años se han encargado de alimentarlos y muchas veces de rescatarlos de un sufrimiento indecible o de un trágico final, como miembros y fundadores de Los Perritos Teleras, en Jojutla, Morelos.

José Emanuel y Ana Jael tienen muchas historias de abandonos, algunas muy dramáticas, otras muy tristes, en algunas hay una final feliz y en otras sólo un intento por salvar una vida, y queda la satisfacción de haber hecho que los últimos días de un ser vivo hayan sido buenos.

Hay una historia de una perrita que encontraron en Xoxocotla, un pueblo que se ha caracterizado por tener muchos animales maltratados y en el abandono, y en donde, de acuerdo con José Emanuel y Ana Jael, han encontrado más perros en situación de calle y lastimados.

Cierta vez que andaban vendiendo pan en su moto, vieron en la calle a una perrita que llevaba muchas hormigas en el cuerpo, estaba en muy mal estado, en los huesos. Se detuvieron para observarla mejor y se dieron cuenta que sí eran hormigas que la lastimaban, porque le mordían las heridas en los cuartos traseros; seguramente la habían atado con alambre de amarre y le habían provocado heridas hasta el hueso.

El animalito ya tenía tiempo en esa situación, pues olía mal, como a podrido, por lo que suspendieron la venta de pan y se la llevaron a casa y comenzaron con un proceso de aseo, curación y alimentación adecuada.

La perrita tenía fiebre y el proceso de infección ya estaba avanzado, pero lograron que se recuperara y finalmente se restableció. Una vez que sanó y se puso bien fue dada en adopción a unas vecinas. Ese caso tiene ya ocho años y el animalito sigue bien y contento. Se llama Chispita. De aquella vida terrible que llevaba sólo quedaron las cicatrices en sus piernas, que no pudieran sanar ni con el tiempo ni con las medicinas.

Otro de los casos, y éste muy reciente, fue el de Gladiador. Es un perrito dogo de burdeos. Un día, una sobrina le dijo a José Emanuel y Ana Jael que había visto un perrito en muy mal estado en Zacatepec, que ya llevaba varios días y no se podía parar.

Fueron al lugar indicado y lo levantaron y llevaron a su casa. En efecto, el animal estaba ya en muy mal estado, flaco, en los huesos, no se podía levantar. Parecía la osamenta de un dinosaurio.

Lo llevaron a su casa para comenzar sus cuidados y tratamientos. No se podía parar, le daban alimentos en jeringas porque no podía tragar, tampoco podía pararse para hacer sus necesidades, así que lo limpiaban constantemente. Sus evacuaciones eran líquidas y no podían echarle cubetadas de agua, lo limpiaban con toallitas de bebé. Cada cierto tiempo se tenía que mover, para que no se entumiera, y tardaron entre ocho y 10 meses para poderlo recuperar. El cuidado de los perritos es muy parecido al que se tiene con los niños, es un trabajo para el que se necesita mucha vocación.

Estos animalitos que están en condición de calle comen lo que encuentran para no morir de hambre, desperdicios, pañales sucios, y esto les provoca problemas en el estómago.

“Todos los días le hablábamos al perrito, le decíamos que lo queríamos, que le echara ganas a la vida. Ellos son muy inteligentes, sólo le falta hablar. Y tuvimos una muy buena respuesta, se recuperó y le encontramos una casa para adopción donde lo quieren”.

Otro caso fue el de un perrito gran danés, en el municipio de Zacatepec. El animalito vivía con una persona de la tercera edad, afectado de sus facultades mentales, que no podía atender sus necesidades personales y menos las del perro. La persona sí quería a su perro, pero no le daba de comer, le decían que lo regalara, pero él no lo quería dar en adopción, era su perro, pero como estaba mal esta persona, no lo alimentaba.

“El animalito ya no podía caminar, estaba mal de su cadera, se arrastraba. Se le atendió, se le dio suero vitaminado y otras medicinas, y se le cuidó. Lamentablemente murió. Pero sus últimos días los pasó cuidado, con cariño, nosotros le hablábamos y lo acariciábamos como a todos los enfermitos.

Un perro cuando tiene ganas de vivir come, hace lo posible, su instinto lo lleva a buscar la vida y poco a poco vemos cómo se va restableciendo y mejorando, hasta que se para y comienza a caminar.

“Mientras nosotros veamos una posibilidad de vida en el perrito lo ayudamos, luchamos con él, no lo soltamos, y así ha sido la mayoría de las veces, pero no siempre es posible levantarlos, en estos casos también buscamos que no sufran mucho, una muerte sin dolor es lo mejor”.

Uno de los casos más recientes es el Deli o Brillo. Lo echaron a la calle cuando tenía meses de nacido, en Zacatepec. El animalito tenía sarna y lo bañaron con aceite quemado de motor, que es una costumbre muy usada en esta zona, pero que es muy dañina para el animal, no le cura la sarna, lo lastima, le afecta la piel y la carne. El aceite puede causar cáncer en la piel.

“Lo encontramos en la calle, no lo pensamos dos veces, lo llevamos al médico veterinario, le dieron varios baños porque no le podían quitar la grasa. Y después lo llevamos a la casa para seguir su tratamiento y que su piel se restableciera, tarda en sanar. Llevamos ya dos meses y continúa recuperándose”.

La atención, cuidado, tratamientos y medicamentos cuestan dinero, porque se compran vendas, toallas, jabones; se compran desinflamatorios, jeringas, analgésicos, medicamentos para las pulgas.

Hay medicamentos que son muy caros, pero se tienen que comprar porque es lo que requieren los animalitos.

“Además de rescatar y cuidar a los perritos enfermos, los alimentamos. Todos los días tenemos que comprar, para entre 60 u 80 perritos, un costal de croquetas de más de 20 kilos, también de 30 a 50 sobres de carne, botellas de agua, arroz, más la gasolina que gastamos en la motocicleta”.

Debido a que los costos son altos, lo que ganan José Emanuel Medina Valle y Ana Jael Arteaga Camacho no les alcanza para comprar alimentos y medicamentos para los animales, por lo que piden cooperación, y de eso mantienen la ayuda. La gente los ha apoyado, y es algo que agradecen; ha funcionado desde hace ya nueve años que realizan esta labor.

José Emanuel y Ana recordaron que hace más de nueve años vendían teleras, bolillos y pan dulce de una panificadora. Iban a diferentes municipios. Despertaban muy temprano y regresaban por la noche. Andaban todo el día en las calles y veían a los perritos en la calle, enfermos, lastimados, hambrientos.

Viendo esta situación, decidieron ayudar con lo primero que tenían a la mano, con los bolillos y teleras, primero fueron cuatro o cinco piezas, al otro día ya eran 10. Al parecer, los perritos se comenzaron a pasar la voz y aparecían hasta 25. Corrían emocionados cuando escuchaban la grabación con la que vendían, porque sabían que les tocaba un pan.

“Cuando los clientes nos veían llegar decían que ya habían llegado los Perritos Telera. No sabíamos por qué, hasta que nos dimos cuenta que junto con los clientes, los perritos también nos esperaban.

“Alguien tomó un video y lo subió a las redes, y le puso Los Perritos Teleras. Después, nosotros mismos comenzamos a grabar a los animalitos y lo subimos a las redes sociales, desde ahí comenzamos a recibir un poco de ayuda para alimentarlos”.

Después, comenzaron a levantar a los perros enfermos y en situación de calle.

José Emanuel y Ana han rescatado a muchos perritos de la calle y les han buscado un hogar donde los aman.

No tienen un albergue, pero no pierden la esperanza de tener uno, aunque se requiere un terreno grande e instalaciones adecuadas.

Reciben donaciones y se les puede contactar por medio de la página de Facebook “Los perritos teleras #Jojutla Morelos” o al WhatsApp 734-1187171.

Trabajan todos los días del año. Y en navidad y año nuevo le llevan a los perritos una cena especial y les ponen suéter para que no pasen frío.

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