Abordar la ciudad es sinónimo de abordar la vivienda. La ciudad es el conjunto urbano formado por gran cantidad de edificaciones y complejos sistemas viales, de población muy numerosa y densa. Sus principales actividades económicas están asociadas a la industria y los servicios. Sin embargo, se compone, en su mayoría, por vivienda.
En algún momento de mi vida escuché una analogía bastante singular sobre la ciudad, dicha por el arquitecto Juan Carral, que decía algo así: “Si a la ciudad pudiéramos compararla con una paella catalana, el arroz sería el equivalente a la vivienda”. En pocas palabras, no existe ciudad sin vivienda.
La vivienda lo es todo en una ciudad. La construcción de ésta conlleva la planeación de infraestructura que a su vez desprende otras tipologías que extienden la vida urbana de sus habitantes; por ejemplo, al construir conjuntos habitacionales altamente densos o cuando un barrio aumenta su densidad poblacional, obliga a los gobiernos a proveer de servicios básicos, pero también de servicios educativos, de salud, espacios de trabajo y, en el mejor de los casos, de espacios públicos.
Cuando se habla de vivienda, en muchos casos podemos encontrar artículos de arquitectos con una narrativa bastante filosófica con palabras rimbombantes o lo que el gremio de la arquitectura podría aceptar como algo bien escrito. Por mi parte, creo que escribir sobre vivienda debería ser entendido para cualquier persona sin la necesidad de estar relacionada a la arquitectura o al urbanismo. Hay que entender que escribir sobre vivienda es entender a sus habitantes, a su comunidad, a su cultura, tradiciones y a su ciudad. La ciudad es la mera extensión de lo que sucede en el interior de una vivienda.
Por muchos años, en Desde mi trinchera he dedicado tiempo a entender la vivienda como un todo que, sinceramente, no lo he logrado. La vivienda es compleja y es compleja porque se tiene que hablar desde una perspectiva antropológica, sociológica, psicológica e histórica, y es por eso que la vivienda no se puede regionalizar sin antes estudiar a su gente y a su ciudad, y es justamente eso por lo que la vivienda no se debería poetizar.
Desde lo colectivo es el mejor escenario para estudiar a la ciudad, la vivienda y a su gente, y me refiero a lo colectivo a esos grandes conjuntos habitacionales que tuvieron gran fuerza en la década de 1970 en nuestro país. Como dije anteriormente, desde hace ya tiempo me he interesado por estudiar lo que sucede dentro de una casa y fuera de ésta, la relación entre su forma arquitectónica y los sucesos cotidianos de vida.
En ningún otro lugar de la ciudad, como en los conjuntos habitacionales de vivienda colectiva, se ven los sucesos de entendimiento antropológico, sociológico, psicológico e histórico de la ciudad y su gente. Estos espacios concentran las fuerzas que definen la identidad de una sociedad. En este caso, la vivienda colectiva pasa de ser una arquitectura pretensiosa a un laboratorio experimental sobre la transformación urbana.
Lo dicho en entrelíneas me sugiere una constante investigación que posiblemente jamás llegue al resultado deseado. La gente y la ciudad están en una constante metamorfosis que el tiempo no es capaz de resolver en su totalidad, sin embargo, el estudio constante de la vivienda colectiva es capaz de reestructurar en presente y futuro los posibles fenómenos urbanos que puedan suceder.
DESDE EL TERRITORIO, DESDE LO COLECTIVO, DESDE NUESTRA TRINCHERA.